sábado, 24 de noviembre de 2012

075-M: Desapariciones de Ángeles Gutiérrez y Miguel Poinsteau. 077-M: Desapariciones de Margarita Dolz, Raúl Gómez, Gustavo y Mario Camín, Daniel Romero y Juan Carlos Romero, Víctor Hugo Herrera, Juan José Galamba y Ramón Sosa.

De condenas y condenados
23-11-2012 | Exiliado en Suecia, Raúl Rizzi contó el periplo de vejámenes y prisiones a los que fue sometido, la saña con que lo torturó personal del Ejército, el papel de la Justicia Federal. En el D2 percibió la muerte de Miguel Alfredo Poinsteau. Suárez, Mamaní y Pedot, provenientes de Buenos Aires tras el exilio interno, brindaron un cuadro detallado de la situación política y de la represión que alcanzó al grupo de compañeras y compañeros desaparecidos en mayo de 1978.

Las trágicas comedias
“En la época de la dictadura bastaba con que uno repartiera un panfleto para que lo hicieran desaparecer”. En ese contexto, Raúl Alberto Rizzi, por videoconferencia desde la Embajada argentina en Estocolmo, relató su secuestro y detención en el Centro clandestino de detención D2, de la Policía de Mendoza, a partir del 21 de octubre de 1976. Allí se encontró junto a Rosa Gómez, Víctor Cuello y Miguel Alfredo Poinsteau -desaparecido, presuntamente muerto en su celda, y por quien Rizzi dio su testimonio: “Estaba muy nervioso ese muchacho, con mucho miedo, más que todos. ¿Cómo no íbamos a estar alterados si no sabíamos si íbamos a seguir vivos? Se notaba que era una persona muy cálida, hizo un esfuerzo muy grande para no desmoralizarnos, muy loable de su parte. Yo estaba contiguo a su celda, hablábamos despacio, entre micrófonos, del tiempo, de cualquier cosa. En algún momento escuché cómo su cuerpo golpeaba contra el piso, tengo un recuerdo espeluznante de ese sonido. Empezamos a llamarlo a gritos, no contestaba, golpeamos las puertas de las celdas, llegó el ´Caballo Loco´, dijo ´hijo de puta, qué hiciste ´, cerró la puerta y se fue. A la media hora vinieron varios guardias y en total silencio se lo llevaron”.

Rizzi había ido al Palacio policial a tramitarse el certificado de buena conducta. La cola avanzaba, su turno había pasado hacía horas, le dijeron que esperara, la gente pasaba hasta que no quedó nadie: “Fue tragicómico, supe que me iban a llevar. Me llaman de una oficina, me forcejean, ´Mechón Blanco´ me encapucha con mi campera, me llevan derecho a la leonera. Me torturan, me preguntan por mi hermana Norma Mónica y por mi mamá, que creían sindicalista. Después me entero de que a mi casa fueron muchas veces hasta que mi mamá se puso firme y no los atendió más. Era gente muy histérica, no podía entender que una madre protegiera a su hijo”.

“Yo tenía una militancia reducida -Franja Morada, Juventud Universitaria Peronista. Cuando me llevaban a la parrilla en el D2, las preguntas no tenían racionalidad: mi hermana, los libros, las armas que supuestamente tenía en casa, por todo pasaban corriente. Uno de los interrogadores era ´El Porteño´. Había un pabellón de calabozos, también estuvieron por esos días Laura Marchevski y Luis Pasardi, al que se llevaron por el sólo hecho de estar en mi casa, era noviecito de mi hermana.”

“El otro episodio que viví en el D2 fue cuando me mostraron una serie de cartulinas, fotos de un montón de gente. Reconocí a tres mujeres, sobre una de ellas se me escapó un gesto -´Mecha´, Elsa Sedrán de Carullo, una chica rubia con una beba, que cuatro meses antes por pedido de Alicia Peña estuvo unos días en mi casa, estaba muy perseguida-, se dieron cuenta. A los dos días me pusieron lentes oscuros sobre la venda -pensé que me mataban- me subieron a un citroen, me quitaron la venda y me dijeron ´si ves a esa mina, marcala´ -reconozco esa voz como la del que hacía de ´bueno´, lo vi en un interrogatorio a cara descubierta, era bajito, andaba siempre en yunta con ´El Ruso´, que hacía de ´malo´. Volvimos al D2 como si nada. Estuve ahí hasta principios de diciembre. Y después a la Penitenciaría una semana, hasta el 13 de diciembre, cuando fui a la U9 de La Plata en el Hércules”.

“Antes me llevaron a una declaración nocturna en el Juzgado federal. Me acuerdo del secretario, de mediana edad, calvo. Me acusaban de inflingir la ley 20840 por la cual estuve detenido hasta el 16 de octubre de 1979. Hablé, declaré las torturas que me habían hecho. Que en el Penal me había sometido a interrogatorio gente preparada del Ejército porque un Teniente andaba detrás de la hermana de mi novia. Yo no entendía nada. Me arrancaron la ropa porque no tenía marcas de las torturas, decían que la Policía no me había torturado, que ellos lo iban a hacer bien. ´¿Cuánto creés que vas a estar preso?´, me preguntaron. ´Tres años´ dije y ahí vino una condena para mí, salí en el 79. En el 78 me volvieron a Mendoza y de nuevo a La Plata. Las dos veces en la U9 fue a verme un Juez de acá, con su secretario. Se limitó a decirme que no mandara más a mis padres a reclamar por mí a Tribunales Federales. Le dije que cada vez que viera a mis padres les mandara mis saludos. Salí en libertad junto a Víctor Cuello”.

Además de ´Mechón Blanco´ -Manuel Bustos Medina-, Rizzi reconoció a ´Caballo Loco´ -Mario Torres- y al ´Bueno´, Eduardo Cia Villegas, entre los fotografiados del personal actuante del D2.

Las fronteras lábiles
José Marcial Suárez, Lázaro Mamaní y Juan Carlos Pedot tenían una cercanía ideológica y partidaria con los militantes secuestrados en mayo de 1978. Se situaban, aunque en diferentes espacios, dentro de la esfera del Partido Socialista. Describieron el clima que se vivió antes del quiebre del orden democrático, sus situaciones al momento de la caída grupal y las pertenencias políticas de sus compañeras y compañeros desaparecidos.

José Suárez se ocupó en su testimonio de dar cuenta del desarrollo, posicionamientos políticos y estrategias de alianzas del Partido Socialista en Mendoza durante la década del 70; así como el devenir organizacional y el reacomodamiento de los militantes de izquierda en relación a las agrupaciones peronistas, fundamentalmente en Montoneros. Explicó que las distintas etapas del socialismo -de Partido Socialista de Vanguardia a Partido Socialista Popular pasando por el Partido de la Vanguardia Popular-, estuvieron motivadas por permanentes discusiones internas y crisis de cambio que tenían que ver con la posibilidad de renovar estructuras tradicionales y permitir el entrecruzamiento de estudiantes, sindicalistas y trabajadores de distintas militancias de acuerdo a la agitada coyuntura política nacional -fundamentalmente a partir de 1973- y a los valores y objetivos comunes de una generación.

“Todos eran jóvenes, tenían familia, desarrollaban actividades sociales y políticas concientes de que eran actores públicos, y como tales lo siguieron siendo hasta el fin de sus días. Ingresan al PSV en un momento de fuerte debate frente a la posición de la realidad nacional y al rol del peronismo. Esa era una discusión fundante, cómo relacionarse e integrarse a lo que expresaban los sectores sociales a los cuales estaba dirigido el ideario socialista, abandonar el eurocentrismo, ampliar horizontes de la experiencia concreta de los trabajadores y los condenados por un sistema injusto. El ´qué hacer´ respecto al peronismo una vez que dejó de ser proscripto fue uno de los ejes de aquellos años para romper con la idea del foquismo y hacer política. En el 73 se consideró como opción inteligente la alianza con el peronismo a través del acompañamiento electoral del FREJULI”.

Suárez tenía una ferretería -en la que trabajaba el joven “Tonio” Herrera- y una vieja casona familiar que funcionaba como lugar de reunión de actividades políticas y culturales, con amplia convocatoria hacia los sectores de izquierda. El PS extiende entonces su influencia a sectores sindicales y estudiantiles a través de militantes referentes de otras procedencias. Pertenecían a aquel “grupo de amigos con voluntad política":
-Víctor Hugo Herrera: “Hablo de él desde el afecto, era casi un hijo para mí. Muy joven, pujante, inteligente, provenía de un hogar muy pobre con muy pocas posibilidades, encontró donde crecer, estábamos muy vinculados desde lo afectivo y lo político”.
-Ángeles Gutiérrez de Moyano: “Trabajamos juntos en la fusión del Partido Socialista Auténtico. Era una compañera muy valiosa, de 60 años y con la vitalidad, jovialidad y el compromiso de cualquiera de nosotros, provenía de una larga experiencia sindical”.
-Juan José Galamba: “Pertenecía a la organización en la Universidad Tecnológica Nacional Regional Mendoza -UTN-“. Margarita Dolz, Alejandro Dolz, Carlos Castorino, Raúl Gómez, Alicia Morales, Gisela Tenembaum, Alfredo Escames, Mario Camín -su padre, Gustavo, fue un destacado militante comunista-, Daniel y Juan Carlos Romero, todos en mayor o menor medida fueron cercanos a Súarez.  

En 1975, la influencia de Montoneros, su viabilidad como opción política real y las necesidades de las distintas conducciones partidarias para sumar a todos los militantes de manera integral -dada la radicalización extrema agitada por el Partido Militar-, generó vertientes migrantes a agrupaciones bajo conducción montonera: Juventud Peronista, Juventud Universitaria Peronista -donde se nuclearon Galamba, Morales, los compañeros de la UTN-, Juventud de Trabajadores Peronistas -tales los casos de los empleados del Banco de Mendoza, Emilio Vernet, Alberto Córdoba y Ubertone. A partir del pase a la clandestinidad, la crisis más álgida, se van a Montoneros formalmente algunos de ellos, como Galamba, Morales, Tenembaum, Escames y Juan Carlos Romero: “Las fronteras eran muy lábiles, de grandes vínculos, lo que hacía natural el apoyo y la protección de militante a militante, de agrupación a agrupación”. “A partir del golpe, el efecto del plan sistemático de desaparición, y el aplastamiento del movimiento estudiantil y del sindicalismo está en pleno funcionamiento y a nosotros nos da de lleno en los cuadros, recibimos castigos por todos lados. Yo me salvé porque Francisco Solano López -“Pancho”- me advirtió que había que irse: ´lo que viene es desconocido y terrible´. La embestida no sólo lastima a quienes secuestraron, torturaron y desaparecieron, también a sus familiares y a todos los que debimos exiliarnos internamente. La situación de los ocho secuestros en mayo de 1978 nos llegó muy rápido, ya establecidos en Buenos Aires”, detalló Suárez.

“Nacho” Mamaní contó que activaba en la pata política que el PS tenía en la UTN y que luego de la muerte de Perón, como muchos compañeros, se sumó al peronismo de base. Así como la persecución sistemática, antes del 76, fue desarticulando la militancia en la Provincia, la cercanía del terror los fue empujando hacia el exilio, contaron.  

La ejecución de Mario Susso y Susana Bermejillo y más tarde, la detención de su hermano -lo confundieron con Nacho y lo llevaron al D2- determinaron su fuga. Para resguardar su vida se fue a Buenos Aires en febrero del 77. No pudo convencer a Billy Lee Hunt que en ese entonces vivía con él, “el Billy, como Margarita -Dolz-, pensaba que por su grado de participación política no le podía pasar nada” contó. Ambos fueron secuestrados y están desaparecidos.

Juan Carlos contó que sintió el peso del aparato represivo desde que se vinculó con la movida sindical que dio origen a la CGT de los Argentinos en 1968, sin embargo, lo que vivió entre el 75 y el 76 lo dejó fuera de cualquier acción política. Actuaba en la superficie del PS, trabajaba de laboratorista en el hospital Ferroviario y de enfermero en la Penitenciaría Provincial.

Además de las advertencias de Alfredo Escames, Pedot presenció el maltrato y supo de simulacros de fusilamientos a los detenidos en el pabellón de presos políticos que en 1975 funcionaba a pleno. Entre esos detenidos vio en estado crítico a Solano López que le dijo “váyanse porque esto es terrible”. Decidió irse a Buenos Aires a fines del 76. En abril del 78 visitó a Daniel Romero -de quien elogió su solidaridad- que estaba resguardando en su casa a Isabel Membrive, una joven perseguida por sus ideas políticas. Esa fue la última vez que lo vio.

Mamaní y Pedot sostienen la hipótesis de que el operativo que acabó con la vida de sus compañeros de militancia tuvo que ver con el Mundial y con el peligro que representaban aquellos que aún no habían sido silenciados. “Cualquiera de ellos tenía el valor suficiente para denunciar cualquier atropello, aún estando en dictadura”, dijo con voz cortada Juan Carlos Pedot. “Cualquiera de los compañeros que quedó acá le hubiera abierto la puerta a Galamba”, había señalado antes Suárez, respecto a la solidaridad latente en medio del descalabro general.

En casi tres horas Suárez, Mamaní y Pedot narraron lo que ningún Estado quiso escuchar en 35 años. Hubo expresiones de desahogo y lamentos que podrán contar sólo aquellos que tuvieron que padecer en carne propia esa especie de muerte lenta que significó el exilio interno.

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