Pablo Seydel confirmó que en la Comisaría 7ma. de Godoy Cruz funcionaba un centro de detención y tortura, allí pudo ver al desaparecido Rubén Bravo. Dio nombres y apodos de policías y penitenciarios empeñosos en métodos ilegales. Señaló las complicidades y maniobras para quebrar la integridad de las y los militantes políticos; también, elípticamente, descalificó a los imputados allí presentes. Al cierre, el Tribunal comunicó su decisión de pasar a cárcel común a cinco de los diez imputados.
Aunque centrado en su propia historia, desde su apresamiento en la terminal de Mendoza el 15 de octubre del 76, Seydel hizo un recorrido por las formas ensayadas en las distintas instituciones para destruir física y psicológicamente a las personas detenidas. Un circuito que comenzaba en el desnudo y la sensación de indefensión que esto provoca para pasar a los tormentos físicos y demás iniquidades. “La intención era degradarnos hasta ser nada”, dijo.
Superada la etapa de los interrogatorios, en las cárceles la tarea se completaba con el hambre y las humillaciones permanentes. Indicó que del penal local pasó al de La Plata, luego Sierra Chica, Rawson y Devoto; resaltó que la penitenciaría de Mendoza era una de las peores. Fieles a la intención de rendir a los políticos presos, estos espacios fueron concebidos por la Dictadura como un frente más de aniquilamiento. “De aquí van a salir muertos, locos o putos”, solían decirle. Rescató la trama de respaldo y protección mutua tejida por presas y presos que les permitió sostenerse y resistir.
Superada la etapa de los interrogatorios, en las cárceles la tarea se completaba con el hambre y las humillaciones permanentes. Indicó que del penal local pasó al de La Plata, luego Sierra Chica, Rawson y Devoto; resaltó que la penitenciaría de Mendoza era una de las peores. Fieles a la intención de rendir a los políticos presos, estos espacios fueron concebidos por la Dictadura como un frente más de aniquilamiento. “De aquí van a salir muertos, locos o putos”, solían decirle. Rescató la trama de respaldo y protección mutua tejida por presas y presos que les permitió sostenerse y resistir.
En muchos pasajes del relato, Pablo se mostro conmovido. Lloró al recordar su encuentro con el desaparecido Bravo en la comisaría 7ma, y al evocar los vejámenes a los que fueron sometidas su madre, su hermana y demás compañeros. En el tumulto de recuerdos hizo mención a los ahora “indignos desarmados que no se bancan hacerse cargo de lo que hicieron” e hizo otras duras alusiones destinadas a los imputados.
De su paso por el Tribunal, Seydel dejó en claro que todos los miembros de la Comisaría 7ma y de la Iglesia colindante sabían qué sucedía en ese centro. Era imposible ignorarlo por los gritos y movimientos que se registraban, aclaró. Transmitió con sorprendente precisión los apodos, descripciones y nombres de los involucrados de distintas fuerzas.
El testigo fue condenado por un consejo de guerra y con posterioridad sentenciado por la Justicia Federal. Permaneció detenido hasta julio 1984.
Finalmente, Pablo Seydel puso en evidencia la continuidad del aparato de inteligencia, así como el control y persecución de la que fue objeto ya en plena etapa democrática
Como broche de la jornada del 21 de diciembre, el TOF N° 1 leyó la resolución respecto del pedido hecho por el Fiscal Dante Vega para que se revoquen las prisiones domiciliarias de los procesados Tames Yapur Maslup, Luis Alberto Rodríguez Vázquez, Eduardo Smaha Borzuk, Celustiano Lucero Lorca y Paulino Enrique Furió Echeverri y se ordene su alojamiento en el complejo San Felipe del Servicio Penitenciario Provincial. Los jueces expresaron que la decisión aplicar cárcel común se basa en los resultados de la pericia hechas por el cuerpo médico forense a los imputados y en un informe realizado por el establecimiento penitenciario en el que garantizan las condiciones sanitarias del lugar.
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