viernes, 6 de mayo de 2011

Audiencia del 5 de mayo

CAUSA BUSTELO (IV): “Al comunista con todo”

En la última audiencia por la privación ilegítima de la libertad de Ángel Bustelo, prestó testimonio Nerio Neirotti, sociólogo y actual Vicerrector de la Universidad de Lanús, quien viera al político, abogado y escritor en el penal de La Plata. También se pudo ver un testimonio documental del propio Bustelo

Neirotti relató que fue detenido en plena calle San Martín el 29 de marzo de 1976, alojado y sometido a golpizas y torturas en el D2. Allí los interrogadores “no parecían mendocinos, si no porteños”. Para el 9 de abril se indica su orden de detención de parte de la 8va Brigada de Infantería y es puesto a Disposición del PEN, tras ser trasladado a la Penitenciaría provincial. Por tanto permaneció preso sin causa durante más de diez días.
En la cárcel permaneció aislado, alejado de los presos políticos, en la zona de administración y se le permitió recibir algunos enseres y hacer conocer su situación a sus padres a través de gestiones del capellán Gimeno. En septiembre del ‘76 fue parte del contingente de detenidos mendocinos que fue trasladado a la Unidad 9 de La Plata. Recordó que tras el traslado en el Hércules, cuando Bustelo iba ingresando al penal, los guardias exclamaban “ahí viene el abuelo de los comunistas, a éste hay que darle con todo” y lo golpeaban con tal saña que quedó con la cara “íntegramente morada”.
Neirotti contó que estando en el calabozo de castigo escuchó que los guardias llamaban a Marcos Ibañez, recluso en la celda contigua. Oyó forcejeos y clamores de imploración de la víctima “pidiendo a los represores que no hicieran algo y luego silencio y el campaneo de tubos de oxígeno y voces de actuar rápido”. Al regresar con sus compañeros le comentaron que Ibañez se había suicidado. Acción imposible si se considera que no había modo alguno de colgarse en esos cubiles.
Luego pasaría por el penal de Caseros, donde ante un nuevo traslado le “devuelven su propia ropa ensangrentada en el D2”, por la Unidad 7 de Resistencia y por el penal de Rawson. De los regímenes penitenciarios en general remarcó que la solidaridad estaba prohibida. Todo lo debían hacer clandestinamente: compartir, leer, hablar de política, hacer gimnasia. La sistemática presión física y psicológica era tarea cotidiana de la represión, a fines de derribar la moral de los presos.

Neirotti, egresado del Liceo Militar Gral. Espejo, dijo de sí mismo que a la hora de su detención  era un “militante reconocido de la JUP” (Juventud Universitaria Peronista). En relación a Montoneros lo consideró un “movimiento aglutinante muy amplio con un gran compromiso político y con un claro horizonte de cambio social pero impreciso en el camino”.
Fue procesado por la Ley 20.840 y absuelto en mayo de 1.979 por el Juez Guzzo, con Romano como fiscal (que al apelar dilató unos meses su liberación) y Petra Recabarren como su Defensor Oficial (que recomendaría a la madre del sociólogo que su hijo se reconociera culpable por mero proceder legal).
En octubre de 1979, ejerciendo el derecho de Opción consiguió salir del país con destino a Estados Unidos. Antes de embarcar fue llevado a la Casa Rosada y se entrevistó con el entonces Ministro del Interior, General Albano Harguindeguy, al cual conocía por vínculos familiares y por ser ambos oriundos de Villa Valeria, Córdoba. Ante reclamos previos de la familia de Neirotti por su libertad, Harguindeguy “les garantizó su vida” (algo de lo que “nunca tuvieron la plena seguridad”) pero les señaló que el General “Menéndez tenía la decisión de no liberarlo de no mejorar su predisposición para colaborar”. En la conversación con el Ministro de la Dictadura (que le negó las desapariciones) fundamentó su pensamiento político, “porque somos presos políticos, esa es la causa por la que estamos así y nuestra razón para sobrevivir”; y denunció las matanzas y las condiciones de los presos en las cárceles. “Yo lo he vivido”, sostuvo.

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