viernes, 24 de junio de 2011

Audiencia del 23 de junio

NUEVOS ELEMENTOS EN LAS CAUSAS TORRES/URONDO/RABOY
En la jornada se escucharon breves declaraciones de Ángela Urondo Raboy y Renée Ahualli quienes regresaban de la reconstrucción del itinerario realizado por el Renault 6 conducido por Paco Urondo antes de ser capturado. También declaró Gilberto Herrera, amigo de Rosario Aníbal Torres con motivo de  los hechos en los que se vio involucrado a partir de este vínculo.
En horas de la mañana el Tribunal verificó in situ el recorrido realizado por el auto en fuga que manejaba Paco Urondo acompañado por Alicia Raboy y la hija de ambos, Ángela, junto a Renée Ahualli. Cabe recordar que  el poeta llegó a una cita convenida con anterioridad, al advertir que se trataba de una trampa protagonizó una huida que terminó con la captura y muerte de Urondo y el secuestro de Alicia Raboy, hechos investigados en esta Causa. Con el asesoramiento de Ahualli, sobreviviente de la caída, se reconstruyó la fuga y apresamiento de las víctimas.
Con posterioridad, a Ahualli le fueron exhibidos los álbumes de fotos y reconoció como compañeros a varios Desaparecidos. Lo más significativo fue que entre los represores identificó a los imputados Celustiano Lucero y Eduardo Smaha como parte del grupo que participó del asesinato del escritor.
A la hora de declarar, Ángela Urondo, después de someterse a la conmoción  de desandar el camino que por última vez recorrió junto a su madre y padre, ratificó ante el Tribunal que recordaba las sensaciones de miedo de aquella fuga, a pesar de su escaso añito. También evocó los sueños relacionados con los sucesos trágicos que la rodearon.

Gilberto Herrera
Era vecino de Rosario Aníbal Torres pero por afinidad y cercanía llegaron a formar un vínculo amistoso importante. Con la  llegada de Plá al gobierno de San Luis, Torres decidió emigrar: “he pasado a la clandestinidad, yo preso no quiero caer” le confió Aníbal cuando corrían los últimos meses de 1975.
Tiempo después, Herrera supo que su amigo se había trasladado a Mendoza, fue así que el contacto entre ambos se mantuvo porque los unía el gusto por las carreras de autos.
Según el testigo, Torres volvió a San Luis en 1976 junto a, presumiblemente, Emilio Assales “el Gordo”; ambos fueron a buscarlo para que los llevara con un armero de apellido Rodríguez, a quien le encargarían la reparación de tres escopetas. Pasado un tiempo Rodríguez, como no retiraban el trabajo, le llevó las armas a Herrera argumentando que por su seguridad no las podía tener en su poder. El declarante también consciente del riesgo que significaba en 1976 tener armas en su casa, decidió enterrar las 3 escopetas en un campo lindante.
El 1 de junio de 1977, relató el testigo, “El Gordo” llegó a su domicilio con otros hombres de civil y le requirieron que les entregara las armas; entonces Herrera los llevó al lugar donde las había ocultado. Tras la entrega vinieron los golpes, la venda en los ojos, un viaje maniatado en un baúl, sesiones de tortura y el contacto con  Rodríguez quien, en situación de mucho deterioro se encontraba en la celda de al lado. Herrera afirma que el armero murió a causa de las torturas. Gilberto Herrera estuvo en prisión por largos años hasta que 1979 salió bajo  libertad condicional. 
Durante su detención, Herrera prestó declaración ante la Justicia Federal, al intentar relatar los pormenores de lo sucedido, Luis Pereyra González, que por entonces oficiaba de secretario, le sugirió que no nombrara al tal “gordo”, “olvídese del gordo, el gordo no existe” fue la frase del magistrado.
Ante esta declaración que involucra a unos de los jefes de la agrupación Montoneros, Emilio Assales “Tincho” o “el Gordo”, la querella requirió se le exhiba el álbum de las víctimas donde está, entre otras, la foto del mencionado. El resultado fue negativo, Gilberto Herrera sólo identificó a su amigo Rosario Aníbal Torres.
Emilio Assales, desapareció en Buenos Aires  en enero de 1977 y fue visto tiempo después en la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), de ahí se perdió su rastro.

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