sábado, 16 de febrero de 2013

085-M: Desapariciones de Nélida Tissone, Néstor Carzolio, Alberto Jamilis, Rodolfo Vera, Gladys Castro y Walter Domínguez. Alegatos I: Fiscalía y Alegatos II: Gobierno de Mendoza

“Lo sabremos, confíen que ya lo sabremos”
15-02-13 | El fiscal Dante Vega inició la ronda de los alegatos por las Causas 085M, que contempla seis desapariciones forzadas. Los hechos ocurrieron en diciembre de 1977 en el contexto nacional del “Operativo Escoba”. El detalle de ese plan lo dio la doctora Romina Ronda, quien alegó en representación del Gobierno de Mendoza.
 
Nélida Tissone, Néstor Carzolio, Alberto Jamilis, Rodolfo Vera, Gladys Castro y Walter Domínguez desaparecieron entre el 5 y el 9 de diciembre de 1978. Fueron parte de la razzia que el terrorismo de Estado hizo a través del Operativo Escoba, cuyo objetivo -ampliamente cumplido por autores intelectuales y materiales de la matanza- fue la aniquilación de militantes del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) de todo el país, de los cuales varios habían encontrado en Mendoza pasajeramente refugio contra la persecución diseñada por la Inteligencia de la Marina.

Con su habitual caudal de datos relacionados, en contacto con el resto de la realidad nacional y siempre con especial atención a las historias de vida de las víctimas, el fiscal Dante Vega reconstruyó parte de la historia de la militancia de izquierda en los ‘70. Ese repaso sirvió para la posterior exposición de Romina Ronda, especialista en la represión sobre el PCML y querellante por la Subsecretaría de Justicia del Gobierno de Mendoza a partir de los casos de Walter Domínguez y Gladys Castro.

“Las fuerzas conjuntas llevaron a cabo un operativo previamente diseñado, con blancos seleccionados por su militancia en el PCML”; se trataba de personas con “vidas intensas y comprometidas con una sociedad más igualitaria, una vida más digna y un pueblo más libre”, señaló Ronda.

“Si al grupo de seis personas desaparecidas contempladas en la causa, se suman el secuestro y desaparición de Jorge del Carmen Fonseca y el matrimonio conformado por Antonia Adriana Campos y José Antonio Alcaráz, más la sustracción del hijo de ambos, Martín, son nueve las personas desaparecidas y diez las víctimas en apenas cinco días”. Las desapariciones de Fonseca, Alcaráz y Campos, explicó Ronda, “debieron integrar este caso”, sin embargo el primero fue tratado en el juicio anterior; mientras que las otras dos personas corresponden a otro caso en este juicio pero en distinta causa: la 053M.

Según Vega “la causa 085M presenta notables similitudes con la de mayo de 1978. En diciembre de 1977 hubo un ‘megaoperativo’ cuyos principales blancos fueron miembros del PCML, muchos de ellos oriundos de La Plata”, bautizado Operativo Escoba. “No es una nomenclatura novedosa. A través del juicio histórico en el que participé por la masacre de Trelew, se logró comprobar que además de los presos políticos asesinados en el penal de la base militar Almirante Zar, el Ejército efectuó otra razzia en todo el valle patagónico a fin de intimidar a representantes y allegados de los entonces detenidos. Resultado: 16 víctimas más. El Operativo fue bautizado como ´Vigilante´”.

Dante Vega dijo: “vamos a comprobar la persistencia del Estado terrorista, cómo no cejaron nunca en la persecución a los militantes; pero también cómo funcionó la solidaridad, el compañerismo y hasta el heroísmo entre las personas acosadas”. En el mismo sentido, Romina Ronda aclaró: “el aparato terrorista tenía un plan: interrumpir los proyectos de las organizaciones revolucionarias. Y las consecuencias de ese plan, la desigualdad social, la vulneración de derechos, los bajos salarios, la falta de trabajo, la represión de las manifestaciones populares continuaron sometiendo durante años al pueblo argentino”.

Fiscal y representante del gobierno de Mendoza se refirieron al informe secreto y confidencial sobre el PCML elaborado en mayo de 1978 por el Grupo de Tareas 3 de la Marina. Vega además citó “Maoísmo y lucha armada: el PCML”, investigación de Adrián Celentano; y el libro “Hacerse cargo”, recopilación testimonial de las historias de vida de los desaparecidos en Mendoza.

Ambos alegatos sirvieron, entonces, para probar los hechos en cada caso, la existencia del Operativo Escoba a nivel nacional dirigido contra militantes del PCML y que fue diseñado previamente a partir de la reunión de información procurada por los servicios de inteligencia; y que, finalmente fue ejecutado entre los días 5 y 9 de diciembre de 1977, principalmente en Mendoza, La Plata, Córdoba, Capital Federal y Mar del Plata. Además, que toda la acción represiva se llevó adelante de manera conjunta por parte de fuerzas de seguridad y militares, pero con la dirección máxima del Ejército, donde pertenecía el único imputado: Paulino Enrique Furió.

Furió, el Ejército, el Operativo
La represión de las organizaciones revolucionarias la comandó en Mendoza el D2, hasta el 24 de marzo de 1976. Desde ese momento siguió actuando pero el mando primigenio de toda la actividad represiva durante el gobierno de facto lo tuvo el Ejército, lo cual no resta responsabilidad al resto de las fuerzas de seguridad y armadas que, entonces, tuvieron activa participación como apoyo. No caben dudas que se trató de operativos conjuntos, de un accionar conjunto “antisubversivo”. Se creó la Comunidad Informativa “para no desperdiciar los aportes de ninguna de las fuerzas”, dirigida por el Ejército y de la cual participaban la Fuerza Aérea, la Policía Federal, el D2 y toda fuerza que interviniera en la lucha contra la subversión”.

Después del Golpe, el Ejército tomó el mando completo de la inteligencia. El único imputado en las causas, Paulino Enrique Furió, en diciembre de 1977 prestaba servicio para Inteligencia del Ejército (GT3), era Jefe de Inteligencia de la VIII Brigada de Montaña (G2); que dependía de la Marina, misma fuerza que controló el mayor centro clandestino de detención y torturas del país: la ESMA.

“No se le atribuyen estos hechos a Furió por el simple hecho del cargo que ocupaba”, explicó de manera contundente el fiscal. “Siempre hemos demostrado que una persona en un cargo responde por determinados hechos, por ejemplo un secuestro, a través de documentación; y cuando no hay mucha se puede deducir que responde porque forma parte de un aparato organizado de poder, como lo fueron el D2 o el GT3, durante la represión”.

En el legajo de Furió consta una queja que interpuso cuando pasó un tiempo sin ascensos: “volqué todo mi esfuerzo personal y profesional a coadyuvar como una pieza del engranaje montado para infligir al enemigo una derrota sin precedentes (...) podemos estar todos nosotros ampliamente satisfechos por la misión que cumplimos acabadamente”.
Romina Ronda: El plan y sus consecuencias. El Ejército y Furió


Calificar al represor
La Fiscalía pidió que se condene a Paulino Enrique Furió como autor mediato de los delitos de privación abusiva de la libertad agravada por mediar violencias y amenazas; también se lo acusa por homicidio doblemente agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas; todo esto por seis hechos -Carzolio, Tissone, Vera, Jamilis, Domínguez y Castro-. También se lo acusa por robo simple por un hecho -el desvalijamiento de la casa de Vera-; por robo agravado por el uso de armas por dos hechos -por las camionetas de Vera y de Carzolio-. Todos los delitos fueron cometidos en concurso con el de asociación ilícita -ya tiene condena por eso pero el fallo de Casación al respecto no está firmado, por eso se pide en este juicio nuevamente-, constituyen delitos de lesa humanidad y fueron perpetrados en el contexto del genocidio.

La abogada del Gobierno de Mendoza pidió similar calificación, con la diferencia que señaló a Furió como “co-autor” e hizo una fundamentación respecto de esa diferencia.

El Operativo Escoba no se pudo hacer si el concurso activo de la inteligencia activa militar de Mendoza”, dijo Vega; a la vez, explicó Ronda, "el Ejército comandaba y en conjunto con las otras fuerzas recopilaban información y ejecutaban los planes". El Operativo Escoba tuvo etapas en su planificación: reunión de datos, inteligencia, detección de blancos, secuestros y muerte. En la estructura militar hay jerarquías que hacen que los “coautores” de los hechos tengan mayor o menor cercanía directa con los hechos, pero forman parte -con conocimiento y por voluntad- de una maquinaria que no funcionaría sin una de sus partes. Es decir, la función particular no exime de la responsabilidad en la globalidad.

La Escoba
Ronda ahondó -incluso con imágenes del escrito original que llegó a Mendoza - en el documento “Informe estrictamente secreto y confidencial del Partido Comunista Marxista Leninista Argentino”, elaborado por el Grupo de Tareas 3 de Inteligencia del Ejército (GT3) en mayo de 1978. “Debido a los distintos operativos realizados en todo el país, en especial con la realización del Operativo Escoba, han quedado completamente desarticuladas las regionales Mendoza, Córdoba, Santa Fe, Misiones y Mar del Plata” dice en el informe y agrega en un anexo diagramas de la orgánica del PCML antes y después del Operativo.

En diciembre de 1977 hubo 191 casos de desapariciones forzadas, 89 de ellas entre el 5 y el 9 de diciembre; 56 el día 6 de diciembre. La mayoría tenía “militancia comprobada en el PCML”. “En un mes desaparecieron todos (...) Hubo un plan científicamente organizado, levantaron a todo el mundo” dijo Osiris Domínguez ante el Tribunal.


Este informe y los testimonios de sobrevivientes y familiares de las víctimas dan cuenta de las persecuciones sufridas por esa facción política en Mendoza y de la enorme tarea de inteligencia previa. De ese informe llegaron instrucciones a Mendoza a través del ejemplar que el GT3 envió para el área de inteligencia del III Cuerpo del Ejército -zona a la que correspondía Mendoza- y del que llegó al Destacamento de inteligencia  144 que funcionaba en la VIII Brigada de Montaña, lugar de trabajo del único imputado: Paulino Enrique Furió, Jefe de inteligencia de ese destacamento.

El informe tiene detalles sobre la estructura y funcionamiento del PCML, sobre la caída de sus “primeros elementos” y de detenciones en La Plata y en los párrafos finales sobre el “desmembramiento del PCML a raíz del operativo de Mar del Plata y del posterior ‘Escoba’”. El informe reconoce asiento del Partido en siete regionales y menciona que solo en tres pudieron armar una estructura; y que en las otras cuatro -entre ellas Mendoza- en total sumaban 60 “elementos”. También reconoce como lugar de origen y con mayor generación de militantes a La Plata. De allí y zonas cercanas son oriundas varias de las víctimas de la Causa que llegaron a Mendoza.

EL PCML en Mendoza 
Vega recordó que “el PCML surgió en 1969 como desprendimiento del Partido Comunista. Nunca fue de masas y en 1975 contaba con unos 400 militantes y adherentes”. Hizo “prevalecer la acción política por sobre la lucha armada” y sus “frentes de inserción” fueron “la acción fabril y estudiantil”.

En 1976, Mendoza pasó a ser lugar de refugio para los perseguidos, “muchos de ellos ya en la clandestinidad, pues tras el accionar primero de la Triple A y luego de los grupos de tareas, el Partido estaba ya aniquilado. En el documento del GT3, el ´PCML Regional Mendoza´ figura como el primer objetivo para la eliminación final que se extendió entre los últimos meses de 1977 y los primeros de 1978 en todo el territorio argentino”.

Tanto Vega como Ronda, destacaron la perversidad del Plan de exterminio, porque el PCML, en diciembre de 1977 ya “estaba desmembrado, en la ilegalidad, los sobrevivientes se juntaban para verse, hablar y apoyarse mutuamente”. Además, los encuentros eran públicos, sólo de reconocimiento, “la organización celular ya no existía”.

Efectivamente, ya en 1976 llegaron militantes provenientes de La Plata -Jamilis, Fonseca, Tissone y Carzolio- y se contactaron con los locales Vera, Domínguez, Castro, Alcaráz y Campos. María Cristina D´Amico, María Elena Farrando y Elsa Becerra -que estaban clandestinas en otros puntos del país- también fueron secuestradas, lo que indica un total de doce personas del PCML desaparecidas en Mendoza o relacionadas al grupo cuyano. Jorge Becerra también fue víctima, fue el primer golpe a la organización, ocurrido el 22 de diciembre de 1976. Fue detenido y salvajemente torturado en diversas prisiones durante años; otras compañeras y compañeros fueron empujados al exilio interno o externo. Mirta Hernández declaró que desde ese momento “todos los militantes del PCML de Mendoza estuvieron clandestinos”.
Dante Vega: El PCML, ilegal, perseguido, desarmado
 

Los hechos, los compañeros, las compañeras
Jorge del Carmen Fonseca nació en Neuquén, vivía en La Plata y llegó a Mendoza para huir de la represión. Conocido como ´Pelé´, militante del PCML pero proveniente del peronismo, tuvo aquí la delicada y heroica misión de sacar a los amenazados militantes de la provincia a otros puntos del sur argentino. Compartió con Tissone y Carzolio, y en la casa de ellos solía dormir.

Néstor ´Cuqui´ Carzolio nació en Berisso. Allí vivió con Nélida Tissone y tuvieron dos hijos: María Laura en 1971 y Martín en 1974. Néstor fue delegado del Sindicato de la carne -trabajaba en Swiff- hasta 1971, muy posiblemente ya como militante del PCML. Nélida era profesora de Ciencias Naturales en La Plata. Huyeron a Mendoza en el invierno de 1975. En julio de 1977, la pareja alquilaba un departamento en Godoy Cruz, allí paraba Fonseca, Martín Carzolio lo recordó presente el día del secuestro de sus padres. En ese operativo la patota se llevó a los tres, y se robó la camioneta de Carzolio y la moto de Fonseca. “No se olvidaron de nada”, señaló el fiscal.

Carzolio y Rodolfo Vera eran locatarios de la mimbrería que el grupo tenía en Dorrego como fuente de trabajo, lugar de refugio y de reunión política. El lunes 5 de diciembre de 1977 un grupo de civiles armados había entrado a la casa de Nélida cuando ella llegó -a las 20- con sus hijos, una hora después lo hicieron Néstor y Jorge. Los adultos fueron secuestrados (“Doña Lucía, ayúdenos” gritó Néstor a su vecina Lucía Batalleme, que registró cómo sacaron a los tres militantes); a los niños los dejaron maniatados y con las bocas encintadas. “No los escuché más, creí que estaban muertos” dijo Lucía, quien junto a Hilda Fany Abraham y Aldo Nardecchia -otro vecino, militar, que reconoció la cinta en sus bocas como utilería del Ejército- liberaron a los niños. Abraham cuidó de los niños hasta que ubicaron a los padres de Nélida y ellos los buscaron.

A Alberto Jamilis lo apodaban “El Gordo Manifestación”, recordaron ambos abogados. En los ‘50 se fue a vivir a La Plata y se recibió de sociólogo. Dio clases en la UNLP y trabajó en el Ministerio de Economía de la provincia de Buenos Aires, pero en ambos lugares lo dejaron cesante. Se casó con María Inés Barbetti. “Era una biblioteca andante” recordó Susana De Miguel.

En La Plata se incorporó al PCML y se relacionó con Jorge y Raúl Bonafini -hijos de la titular de Madres de Plaza de Mayo- y Cristina Tortti, militantes del PCML. Sus causas fueron recientemente tratadas en el juicio por el “Circuito Camps”.

Antes de radicarse en Mendoza, Jamilis y Babetti sufrieron persecuciones y atentados, fuerzas de seguridad fueron a buscar a Jamilis a la casa de su madre y a la casa de la pareja también. En noviembre de 1976 Jamilis llegó a Mendoza y se puso en contacto con Carzolio, Carlos y Rodolfo Vera, Domínguez y Castro. Trabajó unos meses en la mimbrería. En abril de 1977 llegó Barbetti, vivieron ambos en ese local, y tuvieron a su hijo Nicolás, quien por protección fue inscripto con el apellido de la madre.

El 6 de diciembre de 1977, la pareja ya vivía en Godoy Cruz, cerca de las 2 de la madrugada, civiles con armas y medias en la cabeza -menos el jefe de la patota- entraron a la casa. Gritaban “¡Gordo salí!”, lo cual denota el trabajo de inteligencia previo, también le requirieron la “llave” -de la mimbrería-. Ataron a la pareja, revolvieron durante dos horas la casa, y cuando se los llevaban, él pidió que dejen a su esposa con el bebé de dos meses: “ella no tiene nada que ver”. “Bueno piba, hacé de tu hijo un buen ciudadano” le dijo el jefe de la patota a Barbetti y se llevaron a Alberto. María Inés se instaló después en Bragado, “exilio interno y huir” de nuevo señaló Vega.

La misma noche del 6 de diciembre, Rodolfo Vera estaba en la mimbrería -donde en la tarde anterior estuvo con Jamilis y Carzolio- y de allí lo secuestró una patota. Fue el cuarto -y último- operativo dirigido a Rodolfo.

La puerta “estaba abierta sin violencia” -usaron ‘la llave’- y se produjo “la rapiña consiguiente”, dijo Vega. “Estaba pelada la mimbrería” contó Carlos Vera. Él y Domínguez trasladaron a la compañera de Rodolfo y su hija, Mirta Hernández y Cecilia, para su refugio.

Rodolfo Vera era el mayor de cuatro hermanos, siempre ligado a cuestiones sociales y la militancia política, “iba a los barrios” y “ayudaba a la gente” recordó su madre, Agustina Corvalán. Conoció a Mirta Hernández y estuvieron años en pareja. Militaba en el PCML y comenzó a estudiar arquitectura en la privada Universidad de Mendoza con Walter Domínguez, donde juntos formaron el Centro de Estudiantes. Allí comenzaron a ser perseguidos, y hasta mermaron sus estudios. Para 1977, Rodolfo alquiló con Carzolio la mimbrería y allí trabajaba.

Un año antes, el 22 de diciembre de 1976, el también militante del PCML Jorge Ciro Becerra fue secuestrado y en ese operativo se robaron la camioneta de Vera. “La impunidad con que se manejaban los efectivos del D2. Roban la camioneta y la empiezan a usar alegremente y a cielo abierto. La estacionan en la playa del D2, Carlos Vera la vio en un taller mecánico, también circulando”, reflexionó Dante Vega, recién “diez años después la policía se la devolvió a la familia en un estado de deterioro completo”, añadió. Luego de ese episodio, en el prontuario de Vera se observa el pedido de captura en el orden del día de él, de Susana De Miguel y de Mirta Hernández.

El mismo 22 de diciembre de 1976, un grupo de la policía fue a la casa de la casa de los padres de Rodolfo, detuvieron a Dionisio Vera y se lo llevaron al D2: “lo insultaron y le dijeron de todo”, relató Agustina. Dos días después, la policía fue a la casa de Vera y Hernández. No los encontraron pero aprovecharon “para la rapiña”, dijo Dante Vega. “Se robaron todo”, dijo Carlos Vera, “hasta media bolsa de azúcar”.

El 7 de abril de 1977, el Ejército -como consta en el parte de novedades del libro de guerra de la Unidad Regional IV- realizó un operativo a cargo del Mayor Garibotte. Agustina contó que muchas personas uniformadas rodearon toda su casa y hasta querían matar al perro. Dos días antes, el padre de Rodolfo había presentado un documento reclamando la camioneta. Vera y Hernández se refugiaron en Rivadavia, en la casa de un familiar. Mirta estaba embarazada, Cecilia nació en julio de 1977. Entre setiembre y diciembre de ese año, Mirta y su hija se refugiaron en la casa de Walter y Gladys.

Walter Domínguez y Gladys Castro, de 22 y 23 años, vivían en Godoy Cruz y esperaban un hijo o hija, Gladys tenía seis meses de gestación. Walter estudiaba arquitectura -con Vera- y era chofer de micro. Gladys debió abandonar sus estudios de bellas artes y trabajaba en una panadería.

“Cuando entró a la facultad comenzó a hablar de lo social” dijo María Assof de Domínguez, su madre, ante el Tribunal. Vega relevó ese dato, lo valoró como signo de la generación que desaparecieron, “¡qué diferencia con los actuales alumnos de arquitectura, de esa facultad y de cualquiera, no creo que se esté hablando mucho de lo social!”. “Era peligroso para el sistema, pero lo que estaba haciendo no era nada malo”, dijo en su testimonio la referente de Madres de Plaza de Mayo de Mendoza.

Ambos eran militantes del PCML, refugiaban y ayudaban permanentemente a otros militantes -entre ellos la compañera de Jorge Becerra, Susana De Miguel-, desde el 6 de diciembre estaban enterados del secuestro y destino de sus compañeros y compañeras y decidieron quedarse.

El 9 de diciembre, una patota asaltó su casa y se los llevó. “Señora Clara, ayúdenos por favor” alcanzó a pedirle Walter a una vecina, la misma que declaró que cuando salió al patio a ver qué pasaba una voz de mando le dijo “Por favor señora, métase adentro de la casa”. “¿Por qué nos hacen esto, qué hemos hecho?” repitió Gladys mientras la arrastraban al auto del secuestro. “Aún no sabemos qué pasó con el nieto de María Assof”, dijo Dante Vega, “pero lo sabremos, confíen que lo sabremos”, aseguró conmovido y movilizó a toda la sala.

Poco más tarde, alrededor de las 03.30, un grupo de personas vestidas de civil y armadas fueron a la casa de los padres de Domínguez. Iban a buscar al hermano de Walter, Osiris. No lo encontraron porque estaba trabajando. Días antes, de manera inusual, le llevaron a Osiris padre un cuchillo para arreglar: tenía marcas de la Fuerza Aérea. La patota se lo llevó. Osiris salió a las 6 de la empresa Pescarmona, alertado al igual que su hermano de lo que venía sucediendo con los compañeros, pasó por la casa de Walter y Gladys, vio la puerta violentada y supo lo que pasó. Allí comenzó su periplo para salvar su vida.

El Fiscal Dante Vega resaltó un detalle excepcional: tras el secuestro de Walter, los padres -Osiris y María- fueron a la casa, hallaron todo revuelto y se percataron del robo de cosas de valor. Con la angustia de no saber dónde estaban sus hijos, su nuera y el estado del nieto o nieta en camino, Osiris padre se ocupó de arreglar la puerta del departamento de Walter y Gladys, que los captores de su familia habían destrozado, ya que era alquilado y deberían devolverlo en condiciones...

Osiris Domínguez, Carlos y Oscar Vera, Mirta Hernández, Mabel D’Amico, María Elena Farrando, Cristina D’Amico, Alfredo Irusta, Julio del Moral, entro otros, comenzaron a huir: el exilio. Primero a Buenos Aires, luego a la Costa -allí cayeron algunos en un operativo-, y destinos finales de otros en el sur del país y en otros países.
Dante Vega: Lo social, la solidaridad, Walter Domínguez

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