viernes, 9 de noviembre de 2012

075-M: Desapariciones de Blanca Santamaría, Miguel Poinsteau, Oscar Ramos y Oscar Iturgay

Los pases de Morellato
08-11-2012 | El periodista Rodrigo Sepúlveda fue nuevamente indagado en virtud de sus investigaciones relacionadas con los secuestros y desapariciones de Poinsteau, Ramos e Iturgay, la primera semana de noviembre de 1976, por parte de operativos en los que intervino personal del Cuerpo motorizado de la Policía de Mendoza. Disputas y pases de facturas al interior de la “fuerza”, a raíz de las “atribuciones” desmedidas -según la jerarquía del D2- del entonces oficial Fernando Morellato, hoy imputado. La “entrega” a Fernández Miranda y a Smaha. Evocaciones y hechos relevantes, en torno a los últimos años de las víctimas, a través de dos de sus compañeros.
Mural en el Archivo Histórico de la Provincia
Fotos de Oscar y Miguel
“A Miguel lo considero un hermano, lo admiré siempre, su experiencia, nuestras relaciones hermanas, sabía hacer amigos, tenía afinidad con los estudiantes. Éramos muy abiertos, se discutía mucho de política aunque no militáramos. Un chico muy generoso, solidario. Era un bohemio, fue paracaidista, escenógrafo, periodista. Cuando compró su cámara se dedicó a la fotografía, le sacaba a los niños, muchas familias de Mendoza deben tener retratos de sus hijos realizados por él. No era fácil en esa época ser fotógrafo, ni siquiera en la Universidad. Otra de sus habilidades personales que desarrolló fue la magia, llegó incluso a ser presidente del Círculo Mágico”. De esta manera se refirió Alberto Daniel Gago -investigador universitario en Ciencias Políticas- sobre su amigo Miguel Alfredo Poinsteau Newman, desaparecido desde el 4 de noviembre de 1976.

Aunque de manera más ocasional, Gago también estuvo vinculado a Oscar Julio Ramos Peralta, secuestrado por esas fechas, presumiblemente junto a Poinsteau y a Oscar Daniel Iturgay Guzmán -visto por última vez en julio de aquel año-, todos por personal de Motorizada de la Policía de Mendoza. Ramos e Iturgay vivían en situación de clandestinidad desde antes del golpe de Estado, acuciados por su pertenencia a la organización Montoneros. Ramos fue visto con vida por última vez cuando se encontró en calle San Martín y el zanjón de los Ciruelos con Ángel Felipe Miranda quien cuidaba de su hijo, Ernesto Sebastián.

Antes de la dictadura, más de doscientos estudiantes se relacionaban diariamente en el comedor de la Universidad Nacional de Cuyo. Entre uno de los grupos que compartían intereses políticos y culturales estaba el conformado por Poinsteau, Ramos, Gago, y las artistas Nilda Luna y Ángela Rocatto. Completaba el grupo Pedro Blas Peralta, quien dio su testimonio: “Ramos había venido de Buenos Aires por motivos políticos. Era actor, hacía teatro revolucionario, liberador en su búsqueda. A través del trabajo en escena con Poinsteau, puso en obra “el Mendozazo”, después del 72. Prepararon una sala con elementos de fuego y artificio. Oscar me invitaba a peñas en los barrios, le gustaba eso, iba con el bombo en motoneta, lo vivía con alegría infantil. Miguelito era más ingenuo en lo político, más abocado a sus oficios”.

Alberto Gago dijo cuánto conoció sobre Miguel Poinsteau: “era de Buenos Aires, partido de Vicente López, su madre era norteamericana y su padre francés. Sufría mucho la humedad, tenía un asma muy fuerte que lo angustiaba, eso motivó su establecimiento en Mendoza. Convivimos siete años, desde 1968 hasta 1975. En los departamentos donde vivíamos armaba los laboratorios caseros de fotografía. Después Miguel se va a una casita en calle Vucetich de Godoy Cruz. Para el 76 lo frecuentábamos con Susana -mi compañera-. En abril nos dijo ´no vengan a visitarme, creo que me están siguiendo´. En septiembre lo encontré con Oscar Ramos, a quien habían allanado la casa y detenido a Ana María Bakovic, su esposa. Estaba la alarma, le dije que se cuidara, en su casa se quedaban muchos compañeros. Luego Ramos se escondió en casa de Pedro Peralta. Del secuestro de Miguel supe cuando fui con mis hermanos y Susana a su casa. La vecina de al lado nos contó que esa misma mañana se habían retirado de la casa agentes -Policía o Ejército- después de tres días”. Gago desparramó la información tras su búsqueda y ubicó a su madre, Colette Newman de Facio. Junto a ella, a Adela López -novia de Miguel- y a Luis Antonio Facio -su tío-, coordinaron las averiguaciones en el Palacio policial, “era ahí dónde había que ir”. En el D2 dijeron a Colette que su hijo “sí había estado detenido ahí, que lo habían liberado y que firmó en un libro su salida”. En el domicilio de Miguel, sin signos de violencia, hallaron un baulito con su equipo fotográfico.

Pedro Peralta alojó en el invierno de 1976, durante una semana, a Ramos, antes de que lo cobijara Miguel Poinsteau: “Che, ando preocupado por Oscar, andan personas cerca”, habría dicho al testigo el mismo Miguel. “Parece que no tuvieron más tiempo, actuaron más rápido los secuestradores, desaparecieron los dos al mismo tiempo, los levantaron a los dos de esa casa”, agregó Peralta, que además conectó a conocidos del grupo con los secuestros, como Leónidas Sarmiento -vecino suyo- y Miguel Palacios -hijo de un comisario-. Veinte años después de los hechos, Peralta vio la máquina ampliadora de fotos, propiedad de Miguel, en casa de Sarmiento, entre otros aparatos electrónicos, “rapiña de los servicios”. Las relaciones llevaron a Peralta a pensar que Palacios y Sarmiento eran quienes buscaron detectar a Ramos en su casa.

Alberto Gago aportó fotos “maravillosas” tomadas por Poinsteau y otras en las que él era el retratado; la última de julio del 76. Recordó: “viví mucho tiempo con él, se le hacía muy difícil el asma, el dolor físico. No le gustaba que lo tocaran, reaccionaba mal. La nuestra fue una generación golpeada y sin embargo, hermosa. A Miguel la vida no le pasaba, él estaba en la vida”.

Las internas que dejaron pistas
El periodista de Radio Nacional, Rodrigo Fernando Sepúlveda, prestó declaración por segunda vez en el juicio. Como estaba previsto, se refirió a informaciones surgidas de sus investigaciones alrededor de las desapariciones de Oscar Ramos y Oscar Iturgay.

Sepúlveda comentó al Tribunal que años atrás accedió a notas y documentos que tenía el abogado Alfredo Guevara y que había obtenido y utilizado en las décadas de 1980 y 1990 en el marco de sus investigaciones por los delitos cometidos por el terrorismo de Estado en Mendoza. Uno de los papeles que llegó a manos del periodista era una nota anónima que mencionaba al hoy imputado Fernando Morellato Donna como partícipe del “temible” grupo de la Policía Motorizada de Mendoza que realizaba operativos de detención y secuestros, antes y durante la dictadura.

A partir de esa información, Sepúlveda accedió al Legajo de Morellato. Allí, en el ítem “penas disciplinarias”, el jefe del D2, Pedro Dante Sánchez Camargo, firma una sanción -8 días de arresto- el 15 de noviembre de 1976 en su contra por haber actuado mal en un procedimiento que llevó a cabo la Motorizada, el mismo en el que detuvieron a Ramos e Iturgay.
“Era para mí casi inédito encontrar un documento en el que se consignara la detención de dos personas actualmente desaparecidas”. Allí se expone que el fundamento de la sanción deviene de que “el cuerpo de Motorizada detiene a dos personas” que resultan ser “delincuentes subversivos”. Sánchez Camargo le endilga a Morellato haber “lesionado el principio de autoridad que rige para los actos de la policía”.

Esto porque el cuerpo en el que participaba el acusado tenía funciones específicas y limitadas en los casos y operativos relacionados a la “guerra contra la subversión” según lo dispuesto por la estructura del terrorismo de Estado centralizada en el D2. La sanción recibida por Morellato se explicaría porque éste se “sobrepasó” en sus atribuciones yendo más allá de las detenciones. Al pedir lo que claramente se trata de una picana -“un elemento eléctrico mecánico” según consta en el Legajo- a la Policía Federal se presume que llevó adelante un interrogatorio y tortura que le “correspondía” ejecutar al personal “instruido” del D2. Sobre estas presunciones Morellato queda implicado no sólo en las detenciones sino también en apremios, torturas y desapariciones de los fotógrafos.

Cuando Sepúlveda se entrevista con Morellato, el acusado era presidente de la Cámara de Agencias de Seguridad de Mendoza y no había sido mencionado en ninguna causa por violaciones a los derechos humanos. En diálogo con el periodista, el represor reconoció haber detenido a Ramos e Iturgay. Ante la mención de que ambos están desaparecidos, el acusado apeló a la explicación de que lo implicaron en el Legajo policial simplemente a raíz de la interna policial y de la mala relación que tenía con el Jefe del D2. En ese contexto, Morellato afirmó que a los dos detenidos los entregó en la Comisaría 25 -sede de la Motorizada- a los subalternos de Sánchez Camargo, Osvaldo Fernández Miranda y Eduardo Smaha Borzuk. El acusado, de este modo, delega toda responsabilidad a la estructura del D2.

Respecto de la articulación del accionar represivo entre la Policía Federal y la Provincial, el periodista afirmó que la misma existía antes del golpe de Estado, y que luego de marzo de 1976 se “hizo más exacta”. Sobre la posibilidad de que agentes o sectores de las fuerzas no tuvieran conocimiento del accionar terrorista ilegal, Sepúlveda dijo: “entiendo que cuando una institución funciona en un accionar criminal se conoce lo que pasa”.

Ariel Civit -abogado defensor de Morellato- intentó generar un clima de incertidumbre respecto del relato y reconstrucción de los hechos que logró Rodrigo Sepúlveda. El objetivo es deslindar de responsabilidades a su defendido. En la audiencia de este viernes 9 de noviembre, se espera que el acusado preste declaración y trate de endilgar toda responsabilidad a los jefes y personal del D2.

Las investigaciones de Rodrigo Sepúlveda han sido difundidas en la Revista 23 -mayo de 2004- y en los documentales audiovisuales que dirigió: D2 y 7746 Legajo Conadep.

Negación
En la continuidad de las indagaciones por la desaparición de Blanca Graciela Santamaría, prestó declaración Rosa Hermenegilda Gervasoni. La mujer fue referenciada por Blanca Lidia Calderón, madre de Graciela. Calderón manifestó que una vecina de su barrio -UNIMEV- que tenía un comercio y cuyo marido pertenecía a las fuerzas militares, había comentado a otra vecina que estando Gervasoni en el “Comando” visitando a su esposo “le llamó la atención el hecho de haber visto a Graciela en el patio del Comando en camisón”.

La mujer negó que alguna vez haya dicho tal cosa, negó haber visto a Graciela en el Comando, negó saber cuál era la familia Santamaría, negó haberse enterado en algún momento que en alguna casa vecina se haya producido algún secuestro, negó que su marido militar alguna vez le contara algo al respecto... Negó. “Lo que pasa es que a veces hay gente que siente que una puede estar involucrada sólo porque es familiar de militar”, esgrimió respecto a las causas de su citación testimonial.

Términos injuriosos y antidemocráticos
El abogado querellante Pablo Salinas comentó al Tribunal la difusión de carteles intimidatorios que muestran fotos suyas, de Diego Lavado, de Alfredo Guevara Escayola y del fiscal en este juicio, Dante Vega. Se trata de un “cobarde hecho anónimo y de agravio hacia quienes somos querellantes en el juicio”, explicó. Solicitó que el hecho y la denuncia conste en actas “porque hay que darle la dimensión que tiene, y que también tienen relación con las amenazas sufridas por el juez Burad” horas antes de que comenzara este tercer juicio por delitos de lesa humanidad. El fiscal Dr. Fernando Alcaráz tiene a cargo la investigación tras la denuncia presentada el 7 de noviembre pasado.

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