Los de la policía
gremial
25-10-2012 | Comenzó la etapa testimonial en la Causa 075-M que agrupa
las causas de seis personas desaparecidas entre abril de 1976 y abril de 1977. Tres
detenidos junto a Roberto Blanco Fernández -en distintos momentos, antes y a
partir del golpe de Estado- testimoniaron acerca de la desaparición del
funcionario y dirigente sindical.
Inspección judicial del 16 de octubre por los expedientes del D2 y del D5, Informaciones y Archivo de la Policía de Mendoza |
Nunca más salir
Roberto Blanco Fernández, de 36 años, militante del Partido Peronista en la Juventud Sindical y Secretario de Transporte de la Provincia -bajo intervención militar del general Lucero- fue detenido ilegítimamente el 17 de enero de 1976, en el Hotel Derby, de su propiedad, por personal policial, y trasladado al D2 -Departamento de Informaciones de la Policía de Mendoza- donde fue brutalmente torturado hasta el día 23 de la semana siguiente, cuando fue liberado. El 31 de marzo de ese año -a través de una comunicación telefónica recibida por su novia- Nora Cadelago, Blanco fue citado por el hoy imputado Armando Fernández Miranda a presentarse al Palacio policial a fin de ampliar detalles de su declaración por recientes detenciones. Al día siguiente, Blanco acudió a la dependencia en su vehículo GTX, acompañado de su compañero y amigo, Héctor Tomás Salcedo Orellano, que testimonió en relación a los hechos: “no ocultábamos nada, pasamos por el interventor de ATE, un comandante, a fin de resguardarnos. Paró el auto en la estación de servicio de calle Belgrano, frente al D2 e ingresó por esa entrada”. Transcurrida una hora, Salcedo preguntó a los oficiales de guardia: “Por acá no entró, a lo mejor por la otra calle” fue la respuesta. “Hace 36 años entró, nunca más salió”, dijo su amigo.
Roberto Blanco Fernández, de 36 años, militante del Partido Peronista en la Juventud Sindical y Secretario de Transporte de la Provincia -bajo intervención militar del general Lucero- fue detenido ilegítimamente el 17 de enero de 1976, en el Hotel Derby, de su propiedad, por personal policial, y trasladado al D2 -Departamento de Informaciones de la Policía de Mendoza- donde fue brutalmente torturado hasta el día 23 de la semana siguiente, cuando fue liberado. El 31 de marzo de ese año -a través de una comunicación telefónica recibida por su novia- Nora Cadelago, Blanco fue citado por el hoy imputado Armando Fernández Miranda a presentarse al Palacio policial a fin de ampliar detalles de su declaración por recientes detenciones. Al día siguiente, Blanco acudió a la dependencia en su vehículo GTX, acompañado de su compañero y amigo, Héctor Tomás Salcedo Orellano, que testimonió en relación a los hechos: “no ocultábamos nada, pasamos por el interventor de ATE, un comandante, a fin de resguardarnos. Paró el auto en la estación de servicio de calle Belgrano, frente al D2 e ingresó por esa entrada”. Transcurrida una hora, Salcedo preguntó a los oficiales de guardia: “Por acá no entró, a lo mejor por la otra calle” fue la respuesta. “Hace 36 años entró, nunca más salió”, dijo su amigo.
Blanco y Salcedo eran militantes
de la Juventud Sindical Peronista desde 1974. Trabajaban juntos en áreas
relacionadas del gobierno provincial, en Transporte y Vialidad respectivamente,
y en la actividad sindical, Blanco en ATE. Tenían una “importante amistad,
compartíamos horas de ocio, vivíamos juntos en el hotel del cual era
propietario del fondo de comercio. Otro compañero y amigo, Roberto Jaliff
integraba el grupo”.
Nora Cadelago -entonces novia de Blanco- tenía un padre jefe de la Policía ferroviaria del país que alertó a los amigos sobre la inminencia del golpe de Estado y por la seguridad de Blanco. Tras el asesinato del agente Cuello, de la seccional 1ra. de la Policía de Mendoza, sobrevino “el día negro de nuestras vidas. Desde la conserjería del hotel, Felipe Sampietro -vecino, anterior dueño del hotel, en litigios con Blanco y en relación de participación política con ellos- me avisa que escape, que la policía se acababa de llevar a Blanco y Jaliff, que les habían secuestrado cuatro armas. Respondí que no, que subieran. Sin tiempo a ver más que iban de civil me encapucharon, me dieron vueltas en el auto y terminé esposado en un calabozo. En la celda contigua, alguien que reconocí como el compañero Barroso, me gritó ´estás en Investigaciones´. Por la mirilla, prostitutas que me ofrecieron ayuda -´estamos acá todos los días´-, apuntaron números de teléfonos con la indicación de que yo era funcionario del gobierno. A los tres días, cuando apareció el bolso con mis cosas, supe que la noticia había llegado. Días después nos juntaron a los tres en una misma habitación en el Departamento central de la Policía”.
Nora Cadelago -entonces novia de Blanco- tenía un padre jefe de la Policía ferroviaria del país que alertó a los amigos sobre la inminencia del golpe de Estado y por la seguridad de Blanco. Tras el asesinato del agente Cuello, de la seccional 1ra. de la Policía de Mendoza, sobrevino “el día negro de nuestras vidas. Desde la conserjería del hotel, Felipe Sampietro -vecino, anterior dueño del hotel, en litigios con Blanco y en relación de participación política con ellos- me avisa que escape, que la policía se acababa de llevar a Blanco y Jaliff, que les habían secuestrado cuatro armas. Respondí que no, que subieran. Sin tiempo a ver más que iban de civil me encapucharon, me dieron vueltas en el auto y terminé esposado en un calabozo. En la celda contigua, alguien que reconocí como el compañero Barroso, me gritó ´estás en Investigaciones´. Por la mirilla, prostitutas que me ofrecieron ayuda -´estamos acá todos los días´-, apuntaron números de teléfonos con la indicación de que yo era funcionario del gobierno. A los tres días, cuando apareció el bolso con mis cosas, supe que la noticia había llegado. Días después nos juntaron a los tres en una misma habitación en el Departamento central de la Policía”.
Los amigos cayeron en la cuenta
que habían estado detenidos en el mismo lugar, sólo que Blanco y Jaliff en el
segundo subsuelo del Palacio policial y Salcedo en el primero. Blanco había
sido muy golpeado, “completamente morado de la cintura al cuello, tres
costillas fracturadas, el esternón desgarrado, un problema serio en el riñón.
En los interrogatorios le preguntaban nombres, sobre todo por Sgroi, anterior
Secretario de Transporte, también detenido ya entonces en el mismo lugar y en
un estado deplorable”. ´Si vieras cómo está Yani´, le habría dicho Blanco.
Salcedo reiteró que su amigo dijo que los policías que los detuvieron y
torturaron era “gente conocida”, personal de Investigaciones relacionado a la
“policía gremial” que controlaba antes del golpe los listados de asistentes a
las asambleas de los sindicatos y frecuentaba el Derby tras los listados de
huéspedes.
Jaliff -que anduvo derivado por
la comisaría 7ma. de Godoy Cruz- también fue golpeado. La libertad fue
“otorgada” por el “comisario Bruno” (Aldo Patrocinio), quien les dijo que
habían sido detenidos en virtud de una denuncia de Felipe Sampietro - que los
relaciona como quienes mataron al cabo 1ro. Cuello y tendrían en el Derby un
aguantadero; además de la escopeta y una pistola calibre 45 -dada para su
seguridad por la misma Policía- confiscadas a Blanco”. Sampietro, que además
era miembro de la Cooperativa policial seccional primera, fue la primera
persona que Salcedo encontró al retornar al hotel. En su opinión, “Sampietro
armó todo para denunciarlos y hacer desaparecer a Blanco. Un tema comercial que
se aprovechó gracias al proceso de reorganización nacional”.
En una reunión posterior con el
jefe Santuccione, “atroz, nos recibió con dos armas sobre el escritorio y nos
dijo que él estaba ahí para levantar toda la mugre, la prostitución y que lo
nuestro era una rutina para determinar responsables de la muerte de Cuello, que
ya habían limpiado a muchos e iban a continuar”. Blanco fue de nuevo
detenido en inmediaciones de la
Universidad Nacional de Cuyo, golpeado y liberado horas después. Se había
entrevistado previamente con Kletz, abogado auditor militar que le habría asegurado “El Ejército no lo tiene
pedido, la única vez que estuvo a disposición fue a manos de la policía”. Lo
mismo le aseguró “Ruiz”, ese día en la UNC, “usted está pedido, acá está la
policía, si se va con ellos lo largan”. Armando Fernández se lo llevó detenido.
En el reconocimiento fotográfico el testigo ubicó a Mario Stipech entre los
policías actuantes en los hechos. Así, el ex médico del D2 es señalado por
tercera vez en el juicio.
“Era una época muy difícil del
país, las juventudes estaban encontradas, nosotros en la Juventud sindical
teníamos una posición al medio, de enfrentamiento con la gente de izquierda.
Íbamos armados, habilitados por la Policía para llevar armas. Conocíamos a los
policías de las rondas, gente de civil, camuflada, los que golpearon a Blanco,
me suena el nombre de Fernández -de unos 35 años, cara gordita- , gente del D2.
Todo lo que nos pasó fue dentro del grupo de gente del D2”, agregó Salcedo.
También dijo, “tengo un amigo perdido y cuatro chicos que nunca tuvieron padre,
actualmente he restablecido el contacto con su ex esposa, Nora González y su
hija, cuya única imagen de su padre es a bordo de una gordini blanca con una
camisa con fósforos como motivo”.
Razones de orden
político
El 13 de enero de 1976 Ricardo Puga
-ex diputado y periodista, también testigo en el juicio anterior- fue secuestrado
y detenido en la Colonia Papagallos -establecimiento escolar utilizado como
Centro Clandestino de Detención-, luego fue trasladado al D2, donde vio a
Roberto Blanco, quien estaba en una celda contigua fuertemente golpeado y
lastimado. “Supuestamente nos atendía un médico, nunca pudimos acreditarlo”,
comentó. En una ocasión, el posible médico vio a Blanco y le preguntó qué le
había sucedido. Él le dijo que se había golpeado solo. En esos días, Puga y Blanco
intercambiaron fugaces palabras, no se conocían de antes. También
compartió el cautiverio con Mario, Alejandro y Leonardo Fioretti, Carlos
Alberto Gómez, Juan Sgroi, Walter Quispe.
Entre marzo y abril de ese año,
Puga estaba detenido en la Penitenciaría de Mendoza y le dijeron que lo
llevaban al Juzgado Federal de calle Las Heras, pero finalmente lo volvieron a
llevar al D2, lo metieron a una celda donde había más detenidos incomunicados.
En la celda de al lado pudo escuchar la voz de Roberto Blanco que decía “Estos
hijos de puta me han traído de nuevo aquí”. Puga fue trasladado a la Penitenciaría donde lo liberaron en diciembre de 1976.
Consultado por el motivo que presupone tuvo su detención, y la de otros como
Sgroi, el testigo dijo que “fueron razones de orden político” y agregó que en
aquel momento estaban construyendo un centro de salud en Guaymallén y tenían
“trabajo político” en el Partido Auténtico. Recordó también que Sgroi y Blanco
sí se conocían de antes de compartir el cautiverio.
Todos los días, a toda
hora
Carlos
Alberto Gómez Moreno militaba en la Juventud Peronista cuando en enero de
1976 fue secuestrado y detenido en el D2. A las cinco de la madrugada llegaron
hombres mal vestidos y encapuchados a su casa -uno a cara descubierta-, en la
calle Tropero Sosa de Guaymallén, donde estaban su esposa, su hijo de cuatro meses y
su hermana menor. Con armas largas y organizados en alrededor de seis vehículos
sin identificación -incluso Gómez señaló que había un helicóptero rondando- “se
robaron todo” -varios bienes y dinero- y se lo llevaron, maniatado y
amordazado.
Por las mismas horas que fue
encerrado en el D2 llegaron a ese centro clandestino los hermanos Fioretti y su
padre, y Walter Francisco Quispe. Poco después llevaron también a Roberto
Blanco, Ricardo Puga y Juan Sgroi. Allí
estuvo doce días en los cuales fue fuertemente maltratado y torturado, al igual
que varios detenidos. Entre ellos Blanco, que por entonces había sido detenido
y, según Gómez, tenían cierto “ensañamiento” con él y con Sgroi. “Torturaban
todos los días, a cualquier hora del día” -picana, golpes, el “submarino”-,
relató el sobreviviente. Disponían para ello de un “lugar que tenían arriba”;
también los trasladaban a otros centros de detención como Campo Las Lajas
-donde había como chozas o piezas grandes, y conoció al “Negro” Salinas,
también víctima de los represores- y Colonia Papagallos. En varias ocasiones
los agentes le pedían a los detenidos que pisaran o golpearan a Blanco cuando
estaba tendido en el suelo. Gómez afirmó que también había mujeres detenidas y
recordó que una cantaba el Ave María.
Luego de casi dos semanas, trasladaron a Gómez
a la Penitenciaría provincial, en donde siguió el periplo de torturas. El
testigo recordó que a uno de los captores se le ocurrió decir que ese grupo
había sido el que mató al agente policial Alberto Rubén Cuello y por eso los
golpeaban “al paso”. Así hirieron a Gómez gravemente en la cabeza.
Ya en la cárcel, a disposición del PEN, Gómez
fue trasladado por el Servicio penitenciario al Juzgado Federal de calle Las
Heras. Allí le tomó testimonio el Juez Carrizo, a quien le contó del robo,
secuestro y torturas; y de quien no recibió ninguna respuesta. También señaló
que había un fiscal presente de apellido Rodríguez.
Detalles
Gómez recordó que Sgroi “parecía
un monstruo” por efectos de la tortura y muchas veces le dio de comer porque
no podía hacerlo solo.
Cuando los iban a torturar, los
captores preguntaban “¿Nombre?”, tras la respuesta ordenaban: “Ponete de
espaldas contra la puerta”.
Las veces que oyó alguna
explicación, los agentes policiales dijeron que “los mandaban los del
Ejército”. En una ocasión, Carlos vio al jefe del D2,
Juan Agustín Oyarzábal, quien le dijo que “no denunciara nada”.
Recordó, al igual que Puga, que había un
agente que se encargaba de llevarles comida, tristemente recordado -en ese
contexto- porque no los golpeó ni torturó.
El 16 de marzo de 1976, liberaron
a Carlos Gómez. A la salida de la Penitenciaría, relató el testigo, había autos
de civil esperándolo para volver a detenerlo. Al ver la situación, el entonces
director de la cárcel lo escoltó hasta su casa.
En el visado del Álbum número 3,
con fotos de miembros de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, reconoció a
Patricio Díaz como el que le “rompió la cabeza” en la Penitenciaría y a “Tito”
Gómez como un agente que les robaba la plata a los detenidos cada vez que los
requisaba.
Novedades
Partes querellantes hicieron
expreso al Tribunal los pedidos de
requerimientos de expedientes apuntados el día anterior al Consejo Supremo de
las Fuerzas Armadas, así como a la Casa por la Memoria y a la UNCuyo, constancias
de las fichas del D2 con los prontuarios en relación a las Causas restituidos.
El presidente Antonio González Macías comunicó la inspección judicial al
Archivo de la Cámara Federal de Apelaciones realizada el 24 de octubre y el pedido
de los expedientes al Ministerio de Defensa, ya remitidos a una oficina de la memoria.
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