sábado, 27 de octubre de 2012

085-M: Desaparición de Rodolfo Vera. 075-M: Desaparición de Roberto Blanco. Pedidos de compulsa penal a Oscar Simone y Eduardo Smaha

Memorias del subsuelo
26-10-2012 | Susana De Miguel completó el panorama de la persecución sufrida por militantes del Partido Comunista Marxista Leninista. Jorge Becerra -su compañero- conoció las mazmorras del D2 y de otros centros clandestinos del país. Mario Fioretti -también detenido en Investigaciones de la Policía de Mendoza- narró el horror antes del golpe. El periodista Rodrigo Sepúlveda ofreció su análisis de la estructura del centro clandestino y complicó la situación de Armando Fernández en la causa por la desaparición de Roberto Blanco.
Para sobrevivir
“Era práctica en Mendoza que buscaran a los hijos de las personas perseguidas para lograr que sus padres hablen. Sabían mis datos, buscaban más al niño que a mí. Una de las estrategias era negar que estuviéramos casados e incluso que Jorge fuera el padre de Federico”. Fragmentos del testimonio brindado por Susana De Miguel -por videoconferencia desde Estocolmo, Suecia, donde se exilió en 1978- en el marco de la investigación por la desaparición de Rodolfo Vera. Jorge es Becerra, su pareja entonces y Federico es el hijo de ambos, un bebé en 1976. El 22 de diciembre de 1976, Ciro Jorge Becerra fue detenido a cuadras de su domicilio en Godoy Cruz, Vera logró escapar. El testimonio de De Miguel estuvo atravesado por estas estrategias de supervivencia a la que los perseguidos políticos -en su caso y el de su grupo, el PCML- eran empujados en todo el país: en el itinerario por el sur “la situación de Federico era peligrosa, no teníamos los documentos, en un colectivo rumbo a Mendoza, en una parada de la policía hice llorar al niño para que no le pidieran el DNI. Tratábamos de saber lo menos posible de los otros en caso de que nos pasara algo, dejar pasar meses antes de volver a una casa allanada”, añadió por su experiencia.

Susana y Jorge se conocieron en 1975 en La Plata, militando en el Frente Antifascista Democrático, encolumnado al PCML. Huyeron a Mendoza en mayo de 1976 porque a Susana le bajaron su contrato en el Ministerio de Economía de Buenos Aires -empleo que le consiguió Alberto Jamilis- y Jorge Becerra fue marcado en su cargo en el Museo de Ciencias Naturales por un empleado que lo reconoció cercano a Achem y Miguel, dos representantes de la Universidad de La Plata asesinados por la Triple A. En Mendoza “seguimos vinculados al Partido, necesitaban gente con más experiencia, Jorge participaba más, yo estaba embarazada y sin trabajo. En agosto nació Federico. Jorge trabajaba en una tintorería cuando lo chocaron en la bicicleta y le enyesaron la pierna, una semana después lo secuestraron. A principios de diciembre, la desaparición de una amiga en La Plata -Graciela Lezana- había encendido la alarma”.

Becerra -enyesado- y Vera estacionaron la camioneta ese día frente a la casa de un comisario con custodia a pocas cuadras de su domicilio. Vieron un Torino blanco, evidentemente de un policía en contacto con los vecinos, y pensaron que Susana y el niño estaban en peligro. Vera bajó del vehículo, preguntó a los vecinos, no encontró a nadie, volvió, vio a Jorge rodeado con las manos en alto y se fue. Por comentarios de Jorge y de su madre, la testigo supo que él fue trasladado a los subsuelos del D2. Lo primero que hicieron fue abrirle el yeso para aplicarle picana sobre las heridas. Su ropa llegó a manos de la madre, completamente ensangrentada. Le atribuyeron como motivo de la detención poseer volantes con material político de Montoneros en la camioneta de su amigo.

El padre de Jorge ayudó a Susana “a ponerme a salvo con el bebé en un alojamiento, a partir de ahí me mantuve en contacto con Elsi, mi cuñada. La noche de fin de año estuve escondida a oscuras en la casa de Carzolio”. Luego, la larga huida: “Con Fonseca y Elsi en ómnibus a San Martín de los Andes un mes y medio, después en Centenario, en casa de la familia de Fonseca. Volvieron a buscarnos -Fonseca y Carzolio-, de nuevo a Mendoza. En casa de Pepe Alcaráz y Antonia Campos unas semanas; y en casa de Gladys Castro y Walter Domínguez, otras tantas; hasta abril de 1977, cuando recibimos la visita de tres civiles de la Federal a controlar la situación, hacían bromas, uno daba consejos sobre los bebés, nos interrogaron separados, llevaban dos valijas, una estaba llena de armas, la otra tenía papeles”. Semanas más tarde Susana escapa a Buenos Aires donde el cerco se agudiza: “a partir de los golpes del 6 de diciembre en distintos lados -Mendoza, La Plata, las playas, Gesell, Mar del Plata-; vivíamos de hotel en hotel, en alojamientos de dirigentes del Partido”.

La testigo aportó un detallado recuerdo de sus compañeros y compañeras: “Cuqui Carzolio y Nelly Tissone eran platenses, tenían dos hijos, él trabajaba en la mimbrería, Rodolfo Vera también subsistía del taller, ahí hicieron el moisés para Federico. Alberto Jamilis era muy inteligente, una biblioteca hablando, muy agradable. A Elsi la vi por última vez en una cita concertada en Buenos Aires, en una plaza. Por dos muchachos que aparecieron una noche de enero de 1978 donde yo estaba clandestina -vestidos de mujer, prófugos de un golpe contra el departamento que ocupaban junto a Elsi- imaginé lo peor. El rol de Jorge Fonseca en la organización era la protección y traslados de los militantes, me ayudó a mí, a Elsi, a la gente que necesitaba encontrar un lugar más seguro para sobrevivir. Estudió Economía en La Plata. Tras la caída de Graciela Lezana, escapa a Mendoza. Es factible que Fonseca haya caído ese día entre el grupo de la mimbrería, como los que estaban sin trabajo, paraba ahí”.

“En Buenos Aires -continuó Susana- rastreaba las guías telefónicas de Mendoza para saber el destino de ellos, me fui enterando de todos los secuestros”. En diciembre de 1978, en Brasil, a través de la publicación “Clamor”, encuentra una lista con los desaparecidos de Mendoza: “vi toda la gente que conocía, sobre mi cuñada Elsi supe más tarde”. En Brasil, Susana presenta denuncias por Jorge y Elsi; un abogado de la Cruz Roja Internacional le dijo contundente sobre su suerte: “Es un preso de Menéndez”. Luego, a través de detenidos cordobeses entendió el ´tratamiento especial´ que significaba ´ser preso de Menéndez´. Susana logró que Becerra fuera apadrinado por Amnistía Internacional y que la Cruz Roja lo visitara en la cárcel. Una vez en el exilio trabajó en dossiers sobre desaparecidos y sobre los niños y niñas apropiadas.

Jorge Becerra salió en libertad en 1980. “Las acusaciones que le endilgaron nunca tuvieron conexión temporal: le atribuían hechos de La Plata cuando él estaba en Mendoza y viceversa, estuvo cuatro años preso sin ninguna acusación formal”, denunció la testigo. Había pasado todas las cárceles: “En la U9 de La Plata fue sacado como rehén, es decir secuestrado de la misma prisión. Su madre viajó a visitarlo y no estaba. Durante meses permaneció en los subsuelos de un regimiento militar en Córdoba. En Sierra Chica lo tuvieron incomunicado meses sin ver el sol, le hacían llegar vitaminas desde afuera. En Caseros había un equipo compuesto por sacerdote, médico y psicólogo que participaba de los interrogatorios”. Con Susana se reencontraron en Estocolmo, en agosto de aquel año. Ella lo visitó aquí en 2002: “ahí abajo estuve yo” -le dijo Jorge. Señalaba “un edificio muy grande, el Palacio policial”.

El valor documental
Periodista, investigador, documentalista, Rodrigo Fernando Sepúlveda -de importante testimonio en el juicio anterior- fue presentado como testigo por el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos -MEDH-, en relación a la indagación por el secuestro y desaparición de Roberto Blanco Fernández. Para su documental de 1999, “D2: Centro Clandestino”, Sepúlveda realizó más de 50 entrevistas a sobrevivientes y personas vinculadas a la represión. La investigación “seguía líneas de los testimonios que llevaban a otras vinculaciones y datos y de ahí a otros casos como el de Blanco, una sorpresa para mí ya que sólo sabía que se trataba de una persona desaparecida, en condiciones de detenido sólo lo registraron Ricardo Puga y Juan Basilio Sgroi, a quienes entrevisté”. 

Sgroi exhibió al periodista “un documento presentado ante Naciones Unidas contando su secuestro por parte de las fuerzas conjuntas hacia el 16 de enero de 1976 en su domicilio en Maipú y la cacería emprendida por la Policía tras el asesinato del agente Cuello, a comienzos de ese año. Entiende que estuvo en Papagallos y en el D2, donde asegura haber visto a Blanco en una celda el 21 de enero, muy golpeado, incluso lo motejaban de ´overo´, por la cantidad de hematomas producto de las torturas. Sgroi manifestó tener relación previa con Blanco -que ocupó su cargo en la Dirección de Vías y Transportes de la Provincia-, eran antagónicos políticamente. Otras personas detenidas de ese grupo fueron Tito Gómez, los hermanos Fioretti y Quispe. Mi sensación es que en 1999 Sgroi estaba muy impactado por lo que vivió, había que entender el contexto, nadie quería hablar ante el bloqueo de la posibilidad de justicia, eran los entrevistados los que preguntaban ¿para qué querés saber vos esto?"

Sepúlveda consideró posible el hecho testimoniado por Héctor Salcedo sobre que el imputado Armando Fernández fue quien contactó a Roberto Blanco para secuestrarlo: “Es absolutamente coherente, esas personas eran las encargadas de los operativos. Fernández y Smaha Borczuk han sido identificados siempre no sólo por víctimas y ex policías en testimonios cruzados, también -el imputado- Fernando Morellato lo dice en nuestra investigación. Las declaraciones indican además la continua presencia de los señalados en la `Sala de Situación` del D2, que no era otra cosa que el subsuelo donde torturaban a los detenidos; y en los operativos. Incluso en el caso de un allanamiento ilegal que se le hizo por error a una persona, ésta reconoció a Borzuck porque le hacía las liquidaciones”.

En relación a información concerniente a otras personas de la Causa 075, Sepúlveda mencionó la vinculación de la Policía Federal en el secuestro de Miguel Poinsteau. En los casos de Oscar Ramos y Oscar Iturgay: “consta en legajo que Sánchez Camargo -Jefe de la Policia Provincial- indicó a Morellato entre los captores. Según Morellato, fueron Smaha y Fernández. Otros detenidos para fines del 76 -que podrían haber visto a Blanco-, sobrevivientes del D2 que fueron entrevistados por Sepúlveda en el marco de su investigación son Rosa Gómez, Jorge Becerra, Norma Azcárate”.

A instancias de sus trabajos, Rodrigo presentó la estructura del D2 en 1976: “Sánchez Camargo era el jefe; Agustín Oyarzábal -imputado-, el segundo, a cargo de los interrogatorios. Fernández Miranda y Smaha, eran los principales ejecutores de los operativos clandestinos. En los interrogatorios siempre había una persona con acento porteño, que manejaba la tortura y un médico o simulador de médico, que auscultaba para proceder. Quienes definían a quién seguir, a qué grupo apuntar, a través de investigaciones -comprobada la infiltración a las organizaciones-, las detenciones y la aplicación de torturas para así renovar el ciclo de persecuciones, secuestros, muertes; eran las cúpulas de todas las fuerzas, Policías, Inteligencia militar, servicios de Inteligencia. Las personas no eran mantenidas mucho tiempo en el D2. Era un centro de torturas, el objetivo era la información”.

Para el testigo, un cuadro fuertemente ilegal explica lo que son los picos, períodos ascendentes en las etapas y objetivos de la represión en Mendoza. El cruce de las más de 200 desapariciones en Mendoza con las etapas en las que el D2 actuó más contundentemente, evidencia que el grueso de secuestros asciende notablemente. Respecto al rol de civiles en las tareas de Inteligencia, Sepúlveda recordó la incidencia de la delegación de la SIDE y el listado de personal actuante en el Batallón 601, en el que se destaca la mención de un funcionario de la Dirección de Tránsito y Transportes, Oscar Alfredo Simone, ya en “funciones” en esa área para la época en que Roberto Blanco fue director.

El doctor Pablo Salinas -representante del MEDH- pidió se incorporen como pruebas a la Causa la grabación de la entrevista a Sgroi y el documental de Sepúlveda. También ofreció sea considerada una nueva convocatoria al testigo en relación a los secuestros y desapariciones de Oscar Ramos y Oscar Iturgay, secuestrados por el Cuerpo Motorizado a cargo de Morellato. Por último, el abogado solicitó compulsa penal para que se investiguen las responsabilidades de Simone y Smaha en el caso específico de Roberto Blanco, dadas las sospechas acrecentadas a raíz de los testimonios.






Contra toda una familia
Mario Hugo Fioretti, militaba en la Juventud Peronista -JUP-, tenía 22 años al ser secuestrado el 14 de enero de 1976, cuando con su mujer embarazada visitaba a sus padres. En la casa también se encontraban sus tres hermanos y su hermana. A las 14 horas irrumpieron más de veinte personas que tiraron el portón de entrada para ingresar. Estaban vestidos de civil. Luego de varios forcejeos y creyendo que los invasores eran ladrones, Mario sacó su revólver para asustarlos pero solo logró que le dispararan con sus ametralladoras, sin puntería. Le pidieron que soltara el arma y se tirara al suelo. Cuando lo sacaron de la casa se dio cuenta de que eran policías puesto que tanto los que esperaban afuera como los que habían subido al techo estaban uniformados. Tras el altercado lo llevaron detenido al Departamento de Investigaciones de la Policía de Mendoza -D2- junto con su padre -ya anciano-, su madre María Luján Santini y sus hermanos Alejandro y Salomón de 20 y 18 años.

La madre fue liberada al día siguiente, no la golpearon, pasó la noche en las celdas de tres metros cuadrados. Mario y sus hermanos fueron torturados fuertemente. Sobre uno de los interrogatorios, Fioretti declaró que le preguntaron por varias personas, algunas conocidas; y acerca de dónde estaban las armas: “me cerré y no dije nada, anulación voluntaria es”. Agregó que se enteraban de algunas cosas “cuando después de las torturas nos tocaba ayudar a alguno, llevarlo al baño, higienizarlo”. Así le tocó auxiliar a su hermano Alejandro, “lo único que pudimos hacer es curarlo con agua, tenía destruidos los talones y picaneados los testículos”.

“Nos daban golpizas de cinco y seis horas, ese fue el caso de Yani Sgroi”, dijo el testigo. Y detalló: “antes de empezar entraba una persona y cerraban todas las mirillas, entonces se paraban enfrente de la puerta, a los gritos ´ponete de rodillas, de espaldas a la puerta´, entraban te ponían una capucha, te ponían las esposas y te entraban a pasear por el Palacio, subiendo, bajando escaleras, en cada una de ellas pegándote patadas y piñas.”

El padre de Mario militaba en el Partido Peronista Auténtico -PPA- y era compañero de Ricardo Puga y Juan Sgroi. Fioretti dijo que no recordaba a Roberto Blanco, “sólo recuerdo a mis compañeros de causa, porque militaban juntos en el PPA y nos dijeron que Puga había sido el primero en caer”. Recordó haber visto en el centro de detención a Carlos Alberto Gómez (Tito) y con el tiempo llegó Walter Quispe. Luego de diez días detenido fue trasladado a la Penitenciaría, donde lo procesaron por la causa de Cuello, el policía asesinado.

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