El destino en sus manos
12-10-2012 | Los testigos
explicaron cómo la aplicación del plan genocida se llevó la vida de sus seres
queridos y torció las propias. Ricardo D´amico unió a las víctimas de los
secuestros a militantes del PCML a Campos y Alcaráz; Mario Gómez encontró a
Martín, bebé secuestrado de esa pareja; y Carlos Castorino contó la persecución
al grupo de militantes y amigos que integraba con su compañera Margarita Dolz,
desaparecida.
Por todo el país
Ricardo D´amico estaba detenido antes
del golpe de 1976 y continuó en esa condición hasta 1982. En relación a la
serie de secuestros de militantes del Partido Comunista Marxista Leninista los
primeros días de diciembre de 1977, aportó su conocimiento a través de la
militancia de sus hermanas, María Cristina (desaparecida en Mar del Plata desde
febrero de 1978) y Nélida Mabel (más de seis meses detenida). Ambas
participaban en el PCML de Mendoza, antes de que su hermano -militante de Poder
Obrero- fuera preso.
Entre las agrupaciones existían afinidades, eran todos muy jóvenes en
1974. Ricardo conoció a Rodolfo Vera (por su compañera Mirta Hernández, “estuvo
en Mar del Plata y después en el Bolsón”) y a sus hermanos Oscar y Carlos; y a
José Campos y Antonia Alcaráz. Acerca del secuestro de Walter Domínguez y
Gladys Castro aportó que tras salir en libertad vivió un tiempo en Villa Marini,
sobre calle Lavalle. Por los vecinos supo que en las inmediaciones se hizo “un
operativo muy grande, con la cuadra cortada”, donde secuestraron a la pareja. Hacia
finales del 77 un grupo de militantes -sobre todo mujeres, entre ellas sus
hermanas- emprendieron la huida de Mendoza. Mabel es detenida tras
sus pasos por Mar del Plata y El Bolsón.
Por militantes de izquierda detenidos y averiguaciones hechas desde la
cárcel y luego en democracia, Ricardo investigó el destino de María Cristina. Dio
con otra serie de secuestros al PCML, en Mar del Plata a principios de 1978. “Con
muy pocos elementos y limitado en un campo de concentración, supe de la
desaparición de mi hermana María Cristina a los cuatro días, tras la
presentación de los habeas corpus de mi mamá y del padre de Greco, una de las
mujeres secuestradas con ella. Un grupo de cinco mujeres fueron secuestradas en
febrero de 1978 de la vivienda que compartían escondidas en las inmediaciones
de Mar del Plata: Cristina D´amico, María Elena Ferrando y Mirta Irma Hernández
escapaban de la represión en Mendoza; Silvia Roncoroni (con sus dos bebas) y
Cristina Greco (embarazada de 8 meses, cuya hija nacería en la ESMA) eran de
Buenos Aires. En la planta superior de la casa vivían las dueñas. Ellas se
ocuparon de las niñas durante un mes, hasta que se las pudieron dar a los
abuelos”.
Ricardo habló con las dueñas de casa, sus vecinos y el padre de Greco.
Logró reconstruir que “el operativo fue realizado por fuerzas conjuntas a la
medianoche, amenazaron a los vecinos con disparos, Cristina y Mirta probaron
fugarse a través de un terreno en construcción, cuando cruzaban unos
ligustrines capturan a mi hermana, reconocida fotográficamente por las dueñas
de casa”.
“La persecución a los grupos del PCML a fines de 1977 y principios de
1978 fue en todo el país: Mar del Plata, La Plata, Mendoza y Córdoba fueron los
principales focos”. Otro hecho relacionado es “el fusilamiento de José Fernando
Fanjul -amigo suyo e integrante del PCML- en octubre del 77 en inmediaciones de
la comisaría de Arana en La Plata”. Las entrevistas con otras fuentes del PCML,
para quienes la represión fue desatada en algunas ciudades y durante un breve
período de tiempo son otros argumentos del testigo.
D´amico permaneció seis años y dos meses en distintos Centros de
tortura y desaparición. El 29 de agosto de 1975 a las seis de la tarde la
Policía de Mendoza lo estaba esperando en una casa en Guaymallén, “una ratonera.
Los captores -unos seis- me vendaron y me cargaron al auto. El día anterior la
casa había sido allanada y detuvieron a unas diez personas: Mocchi, Tomini;
Yanzón, su padre y primos, Raquel Mercedes Miranda, Luz Faingold, Susana
Villegas”.
Fue incomunicado y trasladado al D2 donde le aplicaron durante una
semana “un nivel de tortura tan intenso.” De los interrogatorios -siempre
vendado- participaban varios policías abocados a recabar nombres del Partido. Algunos
de sus compañeros de Poder Obrero detenidos el 28 de agosto también fueron
torturados. “Las celdas estaban en el primer piso, eran muy chicas, de dos
metros por uno, sin mirillas, nada de nada”. Una noche fue trasladado a la
Penitenciaría.
De la cárcel recordó “los primeros días del golpe entraban -Ejército y
Servicio Penitenciario Federal- a las celdas a los palazos y los gritos. Un día
trágico fue el 19 de junio de 1976, toda la guardia nos sacó desnudos, nos
golpearon en las escaleras y los patios, pasamos horas contra el paredón
mientras nos hacían gritar ´viva mi patria argentina´. El accionar conjunto de
las fuerzas de seguridad fue comprobado en el traslado de detenidos hacia La
Plata en septiembre de aquel año. Ejército y penitenciarios hicieron un gran despliegue
de armas y procedimientos para llevar a decenas de hombres hasta el avión
Hércules, reducirlos y encadenarlos al piso de la nave. “Cuando nos sacan en
camiones pensé que nos llevaban a La Perla (Centro clandestino de Córdoba). Por
la forma terrorífica del trato pensé lo peor. Gritos, amenazas, golpes, en el
avión nos caminaban arriba, nos molían a palos”. Recordó a Gianetto, Carlos Gómez,
León Golosky, Fernando Rule, Marcos Garcetti y Ángel Bustelo entre los
trasladados. D´amico pasó los siguientes cuatro años en la Unidad 9 de La Plata
y uno más en Caseros, hasta recuperar la libertad en el 82.
Conducido por el fiscal Dante Vega, afirmó que si bien Poder Obrero y
PCML no estaban relacionados, él -a través de la militancia de sus hermanas-
compartía actividades: “Los conocí en el 74, en una reunión en un camping
camino al dique Cipolleti. Éramos mis hermanas, la chica Tortajada, José Alcaráz
y las hermanas Campos, Silvia y Antonia. De regreso, la Policía nos hizo bajar
del colectivo en la Terminal, fuimos demorados dos horas, salvo yo, todos eran
menores, nos tomaron los datos en una habitación pequeña, casi una celda, las
preguntas estaban dirigidas, algún policía sabía qué hacíamos, nos fueron a
buscar nuestros padres”. “De ese grupo -confirmó Ricardo-, tres personas fueron
desaparecidas y tres detenidas”.
“No, son tantas que no” contestó D´amico al Tribunal cuando se lo
invitó a agregar algo a su testimonio. Respiró su silencio. “Saber dónde está
mi hermana, el cadáver de mi hermana, es todo”.
Encuentro de Martín
Mario Armando Gómez era novio de Adriana Alcaráz,
hermana de su amigo José “Pepe” Antonio Alcaráz. Fue testigo de cómo
devolvieron a Martín, de diez meses, hijo de Pepe y Antonia Campos, la noche
del 7 de diciembre de 1977 en una caja de cartón en calle Pedernera de San
José, domicilio de los abuelos maternos. Martín había sido secuestrado con sus
padres la noche anterior a las cinco de la mañana, de la vivienda donde vivían
en Godoy Cruz.
Mario acompañó el día 7 a don Pepe Alcaráz en averiguaciones y
trámites. “En dos camionetas sacamos las pertenencias de la casa de los chicos,
en la puerta había un policía apostado, no podíamos dejarlo así. Parecía que
faltaban cosas y me llamó la atención que la casa estuviera picada en las
paredes en el garaje, cocina, comedor, en un placard había un hueco. Fue un trajín
todo el día, no hubo respuestas a las búsquedas.
Al anochecer, las familias -que vivían muy próximas- se quedaron en
casa de los Alcaráz. Alrededor de la una y media de la mañana del 7 de
diciembre Mario decide regresar a su casa y sale a la vereda con Adriana, su
novia. Allí ven pasar un Ford Falcon muy despacio que dobló en U y volvió a
pasar, en tanto otro Falcon se paró enfrente de la casa de los Campos. Se
bajaron dos hombres corpulentos vestidos de civil -con camisa celeste manga
corta-, dejaron una caja de cartón y los pasó a buscar otro auto de las mismas
características. Todo sucedió en cuestión de segundos, los hombres se movieron
rápido.
Mario fue directo a la casa mientras su novia avisaba a la familia.
Cuando llega descubre que era Martín, cubierto con una manta. Volvieron todos a
la casa. Es posible que el niño haya sido revisado por un médico, solicitado
para atender a la abuela Campos, descompuesta. “Fue Pedro, su marido quien se
ocupó entonces de Martín”. A una semana del secuestro, Pedro habría dicho a
Mario que “a mi hija y mi yerno lo tienen las fuerzas de seguridad en el D2”.
“Era muy amigo de Pepe, además cuñado por noviazgo formal, muy
allegado a la casa, él hablaba de política, yo no lo seguía. Estuvimos mucho juntos,
tuve mucho miedo posterior a una reunión en el balneario Nonquén”, dijo. Dos
días antes de los secuestros –de los que se enteró al otro día- habían estado
allí comiendo un asado. Al encuentro asistieron muchas personas que Mario no
conocía, del Partido Obrero. Ya la desaparición de Silvia Campos dos años antes
había causado conmoción en el barrio. Luego de las desapariciones de Pepe y
Antonia supo que todos los que habían estado en ese asado permanecen desaparecidos,
menos él y Adriana.
Las afinidades electivas
"Para 1977, 1978 no existía la actividad política, la mayoría ya no estaba, habían
sido secuestrados o se había ido. Nos ocupábamos en actividades sociales,
trabajar, juntarse con amigos. La actividad política fue anterior, surgió de
querer cambiar las cosas. En el Partido Socialista Popular veníamos debilitados
desde 1973, pero los dos estuvimos sin cambios drásticos hasta el golpe, teníamos
reuniones sociales con militantes de distintas agrupaciones, después bajó la
actividad política”. A pedido de Fiscalía, Carlos
Antonio Castorino -marido de Margarita Dolz, desaparecida el 17 de mayo de
1978 del hogar que ambos compartían en Villanueva, Guaymallén-, ofreció al
principio de su testimonio un recorrido por la militancia de su compañera y
otras personas cercanas, desaparecidas o perseguidas por entonces.
“Nos consultaron si podíamos alojar a José durante algunos días. Eran
de Montoneros, pero no recuerdo quiénes. Estuvo cerca de una semana, después lo
llevaron a otro lugar, creo que fuera de Mendoza”, dijo Castorino acerca de
Juan José Galamba, desaparecido una semana después que su compañera.
“Con Víctor ´Tonio´ Herrera éramos amigos, compañeros de bowling. A
Daniel Romero lo conocí de la actividad política, creo que en algún momento
posterior a la estadía en mi casa, con su hermano Juan Carlos recibieron a
Galamba. Igual que Raúl Oscar Gómez y Liliana Millet, su esposa y compañera mía
del trabajo. Había amistad entre las parejas, una militancia en común. Dos o
tres días después del secuestro de Margarita, Liliana me contó que Raúl había
sido secuestrado el mismo día”.
A los nombres anteriores, Vega sumó los de Aldo Patroni, Gustavo Camín,
Mario Camín, Isabel Membrive, Ramón Sosa, otras desapariciones para mayo de 78
y pidió al testigo que enmarcara una explicación sobre el secuestro de su
esposa: “No había actividad política, no sé si habrá existido esa lista con
nombres que en un principio no le dieron importancia, venía el inicio del
Mundial, quizás quisieron prevenirse de protestas”. Porque ni él ni Millet
fueron secuestrados, Carlos descree de la posibilidad que los captores fueran
tras Galamba.
Respecto al secuestro contó: “esa noche esperábamos a unos amigos, yo
llegaba de trabajar de noche, a media
cuadra me frenó la niñera de mis hijas, Miriam Elisabeth Esteve. Según su
versión “fueron tres o cuatro personas de civil que invocando a la Policía
Federal ingresaron a la casa luego de que ella abriera la puerta. La encerraron
con Paulina y Natalia -las hijas de la pareja, de dos y tres años- en el baño y
se llevaron a Margarita con su documento, no pudo ver si la ataron o
encapucharon”. “No entré, indiqué a la niñera que se llevara a las niñas a casa
de mis padres y fui por resguardo y consulta a casa de un amigo abogado, Enzo
Santoni. A través suyo presenté el primer habeas corpus. Recorrí comisarías, el
Ejército. En la Policía Federal me dijeron ´acá no queremos a nadie, no hacemos
este tipo de operativos´”.
Entre llantos, Carlos evocó a Margarita: “solidaria, le gustaba mucho
ayudar, siempre pendiente de que todo estuviera bien. Estudió Artes. Nuestra
actividad política no era subversiva, ella estaba un poco más comprometida. No
consideramos peligroso el clima para mediados de 1978, por eso nos quedamos,
podríamos habernos ido”.
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